El domingo fue un día histórico para Colombia, el mundo acompaño atentamente las primeras elecciones presidenciales después de la firma del acuerdo de paz.
No hubo bombas como antes, ni impedimento para que los ciudadanos ejercieran su derecho a votar, no había el temor de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias - FARC estuvieran rondando pueblitos y lugares en dónde la presencia del Estado era débil. La foto de Timochenko votando, - el líder de las FARC y candidato presidencial que renunció justificando no tener las condiciones y garantías adecuadas para participar de la contienda electoral - fue una imagen evidente de transformación en el contexto doméstico del país a pesar de las dificultades inherentes a un proceso de esta naturaleza, sobre todo después de 60 años de conflicto interno.
Desde hace días las principales encuestadoras apuntaban con mucha seguridad los dos principales ganadores de esta contienda: Iván Duque y Gustavo Petro. Sin embargo, como las encuestas en varias partes del mundo se han equivocado la expectativa era bastante fuerte. En los debates se evidenció que todos los candidatos lucharon hasta el final para convencer a los electores. Unos más vehementes que otros, pero finalmente cada uno en su posición demostró tener argumentos suficientes para conectarse con su electorado e intentar a través de las redes, de las plazas y de largas caminatas por el país, llegar a los indecisos y a los que ya no creían que su voto podría cambiar la realidad nacional.
Las elecciones en paz, la llegada de dos candidatos antagónicos a la segunda vuelta, el vuelo histórico de la izquierda liderada por Gustavo Petro en esta disputa, la sorprendente victoria de Sergio Fajardo en Bogotá es una señal de nuevos tiempos, un indicio de que importantes segmentos del país votaron con la esperanza de cambio, aunque el furor de las plazas, de las calles y de las redes no sea evidenciado de manera contundente el próximo 17 de junio.
La transición no será fácil así como no lo fue en otras partes del mundo en situaciones similares. Durante algún tiempo el apego al pasado y a los líderes conocidos convivirá dicotómicamente con el temor en dar un paso adelante, la posibilidad y/o aceptación de cambio. Los partidos tradicionales demostraron sus falencias, plataformas políticas anacrónicas, necesidad de volver a conectarse con la gente, ubicarse en un mundo cambiante y entender a las nuevas generaciones o sea hacer política de otra forma.
Sin embargo, el 27 de mayo será un hito en la historia política de Colombia. Ojalá el voto del 17 de junio sea un voto consciente, no sea un voto protesta o un voto contrario a cualquiera de los dos candidatos y que los millones de colombianos que no salieron a votar entiendan la importancia de sus votos. Probablemente las alianzas ya están siendo establecidas en los pasillos del poder porque el tiempo urge y la segunda vuelta empezó ayer.
En este 27 de mayo, después de muchas décadas, llevados por el temor o por la esperanza se vivenció una verdadera fiesta democrática en Colombia. Ambos candidatos, y los que no pudieron seguir en la contienda electoral independientemente de su componente ideológico tienen un inmensa responsabilidad con el presente y el futuro de Colombia. Con seguridad, este es el inicio de un largo camino hacia la consolidación de la paz.
*Universidad Externado de Colombia