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¿En manos de una troika?

Augusto Trujillo Muñoz
26 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

“No hay una base coherente, ni una estrategia, ni una filosofía… Esto es un peligro para la república”. Son palabras de John Bolton en entrevista concedida a Martha Raddatz, periodista de ABC News, y comentadas por Chris Cillizza para CNN en Español (junio 22, 00:20 GMT), en relación con el actual presidente de los Estados Unidos. Más adelante, Cillizza suelta una perla: “Aunque Trump tiene una fe tremenda en su instinto, las numerosas quiebras que ensucian su vida empresarial sugieren que podría hacer bien confiar menos en él”.

Por supuesto, no he leído aún todo el libro de Bolton, pero ya advierto que, en sus páginas, no le va bien a nadie: ni a los Estados Unidos, ni a Colombia, ni a Venezuela. El hemisferio es un desastre: la administración norteamericana, la política exterior de Colombia, la oposición venezolana, en fin, este continente viene navegando al garete por aguas agitadas y convulsas.

Bolton es un diplomático de carrera cuyas funciones han estado más cerca de la guerra que de la paz. Entre 2005 y 2006 fue representante permanente ante la ONU, durante el gobierno de George W. Bush. En su libro muestra que el gobierno Trump es anárquico. Va al garete: “Entré en el caos existente —escribe Bolton— viendo problemas que podrían haberse resuelto en los primeros 100 días de la administración, si no antes… La constante rotación de personal obviamente no ayudó, ni tampoco la hobbesian bellum omnium contra omnes (”guerra de todos contra todos”) de la Casa Blanca… Pocos parecían tener interés en arreglarlo. Y no iba a mejorar mucho, conclusión deprimente pero ineludible a la que llegué sólo después de haber entrado en la administración”.

Los intereses de América Latina nunca fueron motivo de preocupación para los Estados Unidos. Sus gobiernos suscribieron la Doctrina Monroe. “América para los americanos” y “América tiene un hemisferio para sí misma” fueron frases entendidas como una advertencia doble: a los monarcas europeos que anhelaban reconquistar sus colonias en el nuevo mundo y a los pueblos del sur que acababan de obtener su independencia. Con razón Bolívar desconfiaba de ellos y de sus políticas frente a la América ibérica.

A mediados del siglo XIX, aparece la teoría del Destino Manifiesto. La vocación gringa supone extenderse por un continente que les asignó la providencia: “Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”. Esa fue, en adelante, su línea política. En el siglo XX la siguieron desde el primer Roosevelt hasta Trump, con muy pocas excepciones. Tal vez el segundo Roosevelt, Kennedy y, sobre todo, Obama, a quien Bolton responsabiliza de haber sepultado la Doctrina Monroe.

Trump, en cambio, sigue creyendo en el destino manifiesto. Asume que Venezuela es suya y todo el Caribe, por lo menos. Por eso mostró lo resuelto que estaba su gobierno para actuar contra la “troika de la tiranía”, representada por Cuba, Nicaragua y Venezuela. Sólo que Bolton “era el único que sabía lo poco resuelto que había detrás del escritorio de Resuelto”.

Pero, además, no es esa la única troika que se instaló en el continente. Hay una “troika de la medianía”, conformada por Estados Unidos, Brasil y México (que no se parecen en la ideología sino en la carencia de ideas) y una “troika de la improvisación”, representada por Chile, Colombia y Perú”. Los tres crearon un grupo para la defensa de los intereses del norte, el cual denominaron Prosur. Al parecer, también van al garete.

Además de producir fracturas regionales, la “troika de la improvisación” desdibuja cualquier idea integradora. Alguien dijo que en América del Sur no se crean organismos regionales sino franquicias ideológicas binarias, que nos dividen entre buenos y malos, como en una película de gangsters. No es así la realidad. Y pensar que la integración regional fue propósito manifiesto de ilustres dirigentes colombianos del siglo anterior, como los Lleras y Echandía, Virgilio Barco y Belisario Betancur.

El libro de Bolton ayuda a entender lo que pasa entre las cuatro paredes donde se ha fabricado la historia, pero también en el ámbito de los satélites que giran a su alrededor. Y la conclusión supone una pregunta dramática: ¿en manos de quién estamos?

@inefable1

* Presidente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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