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En observación

Iván Mejía Álvarez
10 de junio de 2008 - 04:15 a. m.

Cristiano Ronaldo es joven, como dirían las chicas play es muy “caribonito”, hace bobaditas con la pelota, a ratos hace carantoñas con su boca y tiene angustia permanente, juega bien al balón, pero con todo el respeto del mundo hacia quienes le idolatran y aquellos que desde ahora auguran que ganará el ‘Balón de Oro’, no me llena y no lo considero el mejor jugador del mundo.

Los medios necesitan con urgencia armar un ídolo. Hace parte del marketing deportivo. Un ídolo joven, simpático, que haga disparar las máquinas fotográficas y al que la tele siga por todas partes. Y el lusitano cumple a la perfección varias de las condiciones: juega bien, tiene su cuento sexy hacia las mujeres y ahora mismo es pretendido por el Real Madrid en una lucha sin cuartel, donde se moverán millones de euros frente a la poderosa chequera del Manchester United.

Cristiano Ronaldo tiene todas las condiciones básicas para coronarlo como el mejor del mundo si por presencia mediática, por atractivo ‘marquetinero’ se entiende. Pero además tiene una novia que es toda una mujer candelosa. Miren las fotos y entenderán de qué se trata.

Pero en el juego-juego, en el fútbol, es lagunero, aparece y desaparece, hace más fantasías individuales y su juego colectivo no es el mejor. Cierto, en la Premier League viene de cumplir una actuación sensacional y quebró marcas goleadoras insospechadas, aprovechando todo el trabajo de unos compañeros como Tévez, Rooney, Scholes, etc.

Atención, no estamos despotricando de Cristiano Ronaldo, se acepta que es un buen jugador, pero calificarlo de urgencia como el número uno por encima de otros talentos como Messi o Kaká tiene sus bemoles.

Claro, habrá quien esté en desacuerdo con este comentario y diga abiertamente que el portugués lo llena, lo compare con Maradona o con Cruyff, que se entusiasme con su juego. Eso hace parte del paladar de cada cual y en un deporte de calificativos absolutamente subjetivos, cada quien tiene derecho a opinar.

Por lo pronto, a Cristiano Ronaldo lo tengo en observación y tendrá que hacer mucho más que lo visto ante Turquía para sacarme el sombrero ante su presencia. Es cuestión de gustos y en este sentido vale la pena reiterar, como dicen  por ahí, que entre gustos no hay disputas.

 

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