En suma, la exquisitez…

Fernando Toledo
02 de abril de 2012 - 01:00 a. m.

El Festival de Teatro, a lo largo de una historia brillante, ha señalado tendencias, nuevas aproximaciones al hecho escénico y, sobre todo, paradigmas de lo que ocurre más allá de esta geografía.

No obstante estaba en deuda con un género que, como la ópera, ocupa un plano muy destacado en la urdimbre teatral y que, en los últimos años, ha ido dejando por aquí un sabor a trasnochado, por unas aproximaciones cuya elementalidad es axiomática y carece de interés

Por fortuna, el Iberoamericano de este año ha saldado la deuda y ha traído, apenas para tres funciones, lo cual no deja de ser una lástima, una obra maestra: “Ante la ley”, producida por esa legendaria compañía de ópera de Wuppertal, en Alemania, que tras la huella que dejó en la población Pina Baush se especializa en las vanguardias escénicas. La obra, creada por el compositor italiano Salvatore Sciarrino a partir de un relato de Franz Kafka, puso de presente, por la reacción del auditorio, que si bien su aceptación quizá no hubiera llegado a ser masiva por una evidente densidad, un segmento del público está listo para saborear a plenitud este tipo de espectáculos y, acaso, sediento de poder vislumbrar a través de puestas así la dimensión que pueden llegar a tener las lecturas contemporáneas y conceptuales de la ópera.

Tres soberbios actores-cantantes de color vocal y fuerza expresiva muy peculiares, cuyo nivel actoral es superior; la sutileza minimalista de la ambientación, que sin embargo sugiere, en un homenaje al propio Kafka, la almena de un castillo asomada al infinito; el ritmo incesante y en una paradoja, sosegado; una historia que abruma y se vincula con la intimidad; la aparente ausencia de tiempo; los diálogos circulares, cuya repetición ilustra la zozobra y recuerda a Godot; la riqueza de una sonoridad llena de sugerencias atmosféricas; la exploración de la metáfora, de la alegoría y la disección de lo inquietante; la mengua inexorable del espacio como un símbolo del declive; la crítica mordaz a la burocracia y, en suma, un material y un concepto que se ensamblan a la perfección, son los ingredientes de un producto cuya calidad es difícil de sintetizar en pocas palabras.

Hay que recalcar el óptimo papel de la Orquesta Sinfónica de Colombia, bajo la impecable dirección del maestro Hillary Gifiths, en la interpretación de una partitura que exige un cuidado absoluto. La limpieza de la versión subrayó un propósito y un todo que merece el adjetivo de diáfano. El hecho de que aquí se pueda disfrutar de un espectáculo como “Ante la ley” justifica, de sobra, la existencia del festival. Por fortuna está todo lo demás…

 

Fernando Toledo

 

 

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