En torno al Hay Festival

Mauricio Botero Caicedo
09 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

La semana pasada tuve el privilegio de disfrutar una experiencia única: el Hay Festival en Cartagena. Dentro de las conversaciones memorables estuvo el diálogo entre el director de cine español Fernando Trueba y el autor y columnista de El Espectador Héctor Abad Faciolince. Trueba llevó al cine la novela del escritor colombiano El olvido que seremos, y en el conversatorio comentaron, con gracia y humor, varios incidentes de la producción. Trueba, director de una de las películas más graciosas que el cine español ha producido, Ópera prima, haciendo gala de una admirable franqueza comentaba en una entrevista acerca de este filme: “Ópera prima es una película sencilla, pero, dado que vivimos unos tiempos bastante paradójicos y retorcidos, su respeto por ciertas convenciones podría llegar a resultar provocador. Si así fuera, me sentiría muy satisfecho. Su ausencia de mensaje y doctrina puede contribuir no poco a ello y es uno de los aspectos de los que me siento más orgulloso. Con Ópera prima he intentado, únicamente, entretener. Y hacerlo de una forma divertida”.

Otra conversación memorable fue aquella de Javier Lafuente con Javier Gómez Santander, este último guionista de Casa de papel, la serie (en idioma diferente al inglés) más vista en la historia de la televisión, obra que les llevó a ganar el año pasado el Emmy internacional a mejor serie dramática. El guionista, con desparpajo, les contó a los asistentes que el cast había escrito en Colombia varios capítulos y que, precisamente, la muerte de uno de los protagonistas, Berlín, se fraguó en un taxi bajando de una finca en la Zona Cafetera. Cientos de personas escucharon con deleite el relato del español contando la sorpresa y el susto del taxista al pensar que un asesinato se estaba cuajando en sus narices.

Mujeres excepcionales fueron las figuras de tres inolvidables conversaciones: Andrea Wulf haciendo la semblanza de Alexander von Humboldt, Jennifer Ackerman explicando la asombrosa inteligencia de los pájaros, y Bettany Hughes narrando su búsqueda de la historia de Estambul. La conversación entre Juan Esteban Constaín, Juan Lozano y María Elvira Samper fue magistral.

Pero también hubo decepciones, principalmente la insistencia de los organizadores en incluir política e ideología, temas que si bien arrancan uno que otro aplauso de los fanáticos, poco o nada tienen que ver con un festival literario y artístico. Me parece insensato que el Hay, al haber invitado a Dilma Rousseff, le hubiera hecho una venia al Foro de São Paulo. El columnista del diario español ABC Ramón Pérez Maura, en su escrito del pasado 3 de febrero, afirma sobre la Rousseff: “Hay la certeza de su apartamiento del poder por un caso de corrupción en el que hubo violación a la ley presupuestaria y a la ley de probidad administrativa en relación con actos de corrupción en la petrolera estatal, Petrobras, en el ámbito de la operación Lava Jato. Esta operación llevó a la cárcel a su predecesor y padrino político, Luiz Inácio Lula da Silva”. Tampoco tiene mucho sentido, en un festival que exalta la cultura y no la ideología, tener al economista Joseph Stiglitz, que aparte de ser notoriamente sesgado (en el conversatorio el entrevistador le recordó a Stiglitz su apoyo incondicional a Hugo Chávez), es el pontífice máximo de los lugares comunes. Finalmente, desperdiciar a Moisés Naím, un analista de talla mundial, en la tarea de conversar con un político que busca afanosamente explicar lo que no logró en su gobierno, es un despropósito.

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