Encierro infantil, autoridades y sapos

Mauricio Rubio
30 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

El confinamiento generó situaciones inauditas. Las autoridades creen que todos somos menores de edad. Además, aupadas por sapos, tratan mal a los niños.

Circula en tuiter un video de Euronews con policías bailando zumba para alegrar la cuarentena en Bogotá. Muchos vecinos, desde sus ventanas o balcones les siguen el ritmo. Un profesor universitario extranjero trinó: “lo que recibí de los policías en mi calle fue la amenaza de llevarme esposado y ahora mi hija de 6 años está con más miedo de la policía que de los virus”.

Tras varias semanas de encierro en un apartamento sin terraza ni balcón, el educador sacó a su hija y al hermanito menor para que jugaran un rato frente al edificio. Con rapidez nunca vista para un atraco, seguramente avisados por algún vecino, llegaron dos policías en moto. Asustados, los niños corrieron hacia el garaje. El papá quiso ir tras ellos pero el agente lo retuvo: le advirtió que podría llevárselo detenido.

Compartí ese testimonio con personas encerradas en Bogotá. “Qué casualidad, los vecinos me acaban de mandar a la policía. Llevo días en esta chifladura de confinamiento. Vivo a dos metros del humedal Córdoba y decidí caminar por ahí, con tapabocas, completamente sola. Un vecino me vio y llamó a la policía, que llegó a los 5 minutos”.

La segunda respuesta no involucró autoridades, pero sí reveló histeria antiniñez. “El hijo de una amiga bajó a sus dos niños chiquiticos a un parque del condominio y de los apartamentos salieron por la ventana a chiflarlo. Eran las 5 de la tarde y no había un alma”.

Una buena mamá osó preguntar por tuiter: “¿será posible que los niños puedan salir a caminar, con todas las medidas de prevención y distanciamiento social?” La avalancha de respuestas fue agobiante: “desde insultos hasta consejos de crianza”. El hilo serviría para un ensayo sobre metamorfosis de gente confinada en sapo cursi. “El solo hecho de hacer una pregunta tan inconsciente es ofensivo”, anotó un marciano que pensó revirar con furia, pero se contuvo y contestó con amor.

Sería ingenuo pensar que las autoridades distritales no tienen velas en ese entierro. Según la Secretaría de Educación “el encierro en nuestras casas está generando maltrato infantil”. Ahí hay tufo despótico: causar daño y endilgarle la responsabilidad a la ciudadanía. Encerrar a alguien, sobre todo menor de edad, es maltrato per se, con secuelas que llevaron a reconsiderar la rigidez del confinamiento infantil en países donde pronto se reanudarán las clases. En Colombia, por el contrario, se intensificó la escuelita maternal. Oficialmente nos recuerdan que “no solo un golpe es violencia, sino también las palabras”. En lugar de zumba, ciertas pautas debieron hacer parte del entrenamiento de emergencia, para evitar esa especie de bipolaridad: tombos buenos animan con ¡hueeepa! o juegan futbol en su club desafiando el confinamiento, mientras tombos malos acosan con celo nunca visto.

Los abusos policiales de los que tuve testimonio directo los sufrió gente relativamente privilegiada, con suficiente área privada por persona en su vivienda. Cuando el profesor universitario le argumentó al policía que su edificio no tenía zonas comunes para que jugaran sus hijos este reviró: “piense en familias del sur de Bogotá”.

Los reportes de prensa sobre excesos de autoridad con quienes protestaron por hambre ya son aterradores. Familiares de un herido en los disturbios de Ciudad Bolívar denuncian que un policía le disparó casi a quemarropa. “A mi hijo le dañaron los intestinos. Perdió mucha sangre. No me parece justo que por un mercado le hubieran hecho eso. Somos recicladores".

Creer que la burgomaestre es ajena a un ambiente en exceso represivo sería candoroso. Ella misma da pésimo ejemplo saliéndose de casillas y dando órdenes estridentes. No ha movido un dedo para controlar atropellos policiales ni vecinos sapos, rasgos distintivos de regímenes totalitarios. Hasta una admiradora militante que la declaró “mi candidata ideal, hecha a la medida de cada uno de mis gustos y deseos individuales” se empieza a quejar “del poder desmedido que se le está dando” a la Policía. La “alcaldesa alternatibia reparte gas lacrimógeno, bolillo y plomo en vez de comida” anota un indignado que al parecer votó por ella.

A pesar de todo, la lideresa sí aprecia la infancia. Anuncia que “estamos escribiendo la historia que le contaremos a los niños y niñas del medio milenio”. Ojalá esta generación nacida durante el encierro diferencie acudir a las autoridades para denunciar un delito de sapear en un régimen excepcional tan agobiante que hasta la alcaldesa y su esposa lo infringieron. Esperemos que con la dedicación y pedagogía con que nos explicó las ventajas del pico y género, Claudia López le transmita a políticos, burócratas y policías de esa cohorte su novedoso y sano reflejo de pedir disculpas cuando incumple las normas.

Ver más...

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar