Encrucijadas del alma de Uribe en perspectiva histórica

Daniel Mera Villamizar
16 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Las actuales son más difíciles que la de la segunda reelección.

Álvaro Uribe ha determinado la política colombiana de las dos primeras décadas de esta centuria. Sin embargo, su posición hoy en la historia enfrenta el riesgo de ser más negativa que positiva. Pero Uribe, a diferencia de Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán, tiene la posibilidad de tomar decisiones para estructurar su legado como caudillo.

La cultura política se ha deteriorado y no se reconoce la estatura de los adversarios. No obstante, hay colombianos que, como en una obra de teatro clásica, pueden imaginar las “encrucijadas del alma” del líder en la soledad de las tablas bajo la luz del escenario.

Lo agobia “¿por qué se está perdiendo la batalla más importante, la de la posteridad?”, y la frase de Winston Churchill punza con ironía en la preocupación ya no “de derrota en derrota hasta la victoria final”, sino “de victoria en victoria hasta la derrota final”.

Ser un caudillo con energía pero sin tiempo para la lucha larga necesaria atormenta. El ruido de odio de las barras y las recriminaciones íntimas por ganar con caballos equivocados fustigan. Pero debe decidir la apuesta por el futuro sin él.

El que rescató al país. El que revivió la pasión política tras el declive de la pasión liberal (cachiporros) y conservadora (godos). El que creó un partido grande en el Congreso desde la oposición. El que lideró la victoria improbable en el segundo plebiscito de la historia colombiana. El que representó a la Colombia profunda.

En el largo plazo de ese hombre fuerte (y resuena “Estado fuerte o caudillo”, de Mario Laserna), sin embargo, puede darse una orientación contraria del país, la consolidación de la pasión política adversa a él, su partido disminuido y un “juicio de la historia” negativo. La “derrota final”.

En la “encrucijada del alma” de 2009 por la segunda reelección, la decisión la tomaban otros (la Corte Constitucional). Diez años después, con el golpe de las elecciones subnacionales, los nubarrones aceleran encrucijadas que solo dependen de él.

¿Seguir o no seguir en el Senado en el 2022? es la más evidente. No la edad (porque no es el caso de apaciguamiento del cuerpo y del espíritu), sino la mejor decisión estratégica primará. Más fácil sería si el ciclo vital se impusiera.

El ciclo político, en cambio, puede requerir a Uribe en el Senado para equilibrar un viraje ideológico en la próxima presidencia. Y la estrategia, recomendar un relevo generacional en la cabeza principal. Difícil decisión.

Aunque no tan exigente existencialmente como la de ¿dejar o no dejar la dirección del proyecto político? En la soledad de las tablas iluminadas, camina pensativo en círculos un líder que lo ha ganado todo, que no tiene pares, sobre cómo otros podrían construir mejor que él su legado, su futuro. Líderes de otras generaciones que han comprometido su identidad política con él observan expectantes.

Tal vez como nunca antes han dependido del líder para que tome todas las medidas necesarias o para que los deje tomarlas con el propósito de evitar la derrota final en la próxima década y la siguiente.

Salirse de sí mismo como caudillo nunca será fácil, así la promesa sea reencontrarse con la mayoría del pueblo.

@DanielMeraV

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