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¡Encuérate, encuérala!

Columnistas elespectador.com
27 de septiembre de 2008 - 01:59 a. m.

DESNUDARSE EN PRIVADO (ENTIÉNdase ante terceros) con toda clase de movimientos, artilugios e intención, es parte del goce natural entre dos, siempre que haya consentimiento y libre toma de la decisión.

Encuerarse para el público, aun en espacios privados, ya es harina de otro costal. Hay quienes lo hacen por el placer de exhibirse, otros, porque lo tienen por oficio, otros, por negocio ocasional; y podría seguir anotando razones para que una mujer adulta deje el pudor a un lado (ese malestar impuesto por la cultura y las religiones) o un hombre, aunque son muy pocos los que lo hacen por fuera de un estudio fotográfico, una película porno o como regalo de despedida de soltera.

Sin embargo, la última tendencia en algunos medios de comunicación y, en especial, por la internet, no deja de sorprender: se ofrecen buenas sumas para que tal o cual se empelote o se recogen firmas para que determinada estrella acceda a mostrarse como evolucionó desde que vino al mundo. Y en Barranquilla, de motu proprio una presentadora ha dicho que si se lo piden con 100 mil mensajes, ella pela todo lo que tiene y se muestra viringa a los ojos de todos.

Encuerarse para el público es cosa delicada que requiere talento, finura y arte, virtudes que tuvo el almanaque donde un grupo de mujeres maduras decidió mostrarse en reivindicación de la belleza y atractivo que podemos tener quienes hemos sobrepasado los cincuenta. Recuerdo que levantó ampollas y se cortó mucha tela entre dos bandos polarizados: unos que pensamos que para ser bella no bastan los 90-60-90 de los 20 años y otros que consideraron hasta grotescas las fotos. Eso está bien y cada adulta puede hacer de su capa un sayo y de lo otro un candelabro. Pero, estimular con premios en efectivo a las adolescentes para que se encueren: es delito.

Y como tal debe ser considerada la iniciativa de un empresario paisa que en Bello alquiló una discoteca y armó una chiquiteca (menores de 18 todos), donde ofreció 200 mil pesos a la niña que fuera capaz de quitarse hasta el calzón, ante una audiencia imberbe (no son más que niños con cuerpos llenos de feromonas) que hacía barra y babeaba enloquecida ante semejante estímulo.

Inducir a las adolescentes a comerciar con su cuerpo exhibiéndolo —que no otra cosa es hacerlo para ganar un premio— debe ser tenido como abuso sexual, claro y ramplón, y el sinvergüenza que lo hizo llevado ante el juez y recibir una condena del tamaño de su ofensa. Esa práctica entra sin dificultad en las leyes colombianas, donde se tipifican los delitos sexuales contra menores, con el agravante de que al hacerlo bajo el disfraz de recreación y fiesta con premio en efectivo está propagando la prostitución infantil como una mina de oro, un filón explotable por la mismas niñas para suplir las necesidades creadas por la carga consumista que vomitan los comerciales en los medios electrónicos y así aprobarse y ser aprobadas por el grupo: el jeans sube nalgas, el iPod, los videojuegos, el champú sólo para adolescentes, los tenis tal y las mil maricadas más que les embuten hasta subliminalmente, y que la mayoría de los padres no están en condiciones de proveer con la inmediatez que la publicidad impone. Moraleja: al palo con ese degenerado abusador para sentar precedente y más control sobre los comerciales si queremos proteger a los niños y adolescentes.

losalcas@hotmail.com

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