Encuestas, marchas y votos

Santiago Montenegro
19 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

Para los políticos de verdad, los que tienen una mirada de la sociedad en su conjunto y se preocupan también por dejar un mejor país para nuestros hijos y para todos los que vendrán después, gobernar es una tarea muy ingrata. Y la razón es muy simple. Los políticos genuinos, los estadistas, saben que tienen que responder a las necesidades de muchos grupos sociales que no están organizados, no responden encuestas, no salen a marchar por las calles y no ejercen su voto en las elecciones. Un estadista de verdad sabe, por ejemplo, que si queremos dejar un mejor país para las próximas generaciones, tenemos que incrementar la tasa de ahorro a costa de sacrificar algo del consumo presente. Entiende que si hay una bonanza petrolera, no se debe consumirla en su totalidad, para que los colombianos del futuro sientan también sus beneficios. Pero las próximas generaciones no responden encuestas, no salen a marchar, no votan, muchos ni siquiera han nacido aún.

Un estadista genuino conoce el artículo 48 de la Constitución y sabe, por lo tanto, que un principio rector de la seguridad social en nuestro Estado social de derecho, además de la universalidad y la eficiencia, es la solidaridad con las personas más necesitadas. Ese estadista genuino sabe también que la mejor política educativa, la que mayor impacto tiene precisamente en la equidad en el largo plazo, la que debería contar con el mayor porcentaje del presupuesto, es el cuidado prenatal y la educación parvularia en los primeros cinco años de edad. Pero ni los fetos en los vientres maternos ni los parvularios responden encuestas, ni salen a marchas por las calles y tampoco votan. Ese estadista genuino sabe también que, además de los más pobres, la política de un gobierno debe tener una opción preferencial por los grupos más vulnerables, como las personas con discapacidad y las personas mayores. Sabe también que, en todos los países, hasta un 10 % de la población sufre algún grado de discapacidad, lo que en Colombia podría representar unos cuatro y medio millones de personas, y que aproximadamente un 11 % son personas mayores, de las cuales dos terceras partes están en situación de vulnerabilidad económica y social. Pero muchas, quizá la mayoría de las personas con discapacidad son mayores de 60 años y son además pobres, no responden encuestas, ni salen a marchar por las calles y tampoco votan.

Ese estadista de verdad entiende también que la informalidad en Colombia es muy alta. Sabe que la informalidad laboral es de un 63 % y sabe también que, de los 22 millones de ocupados que hay hoy en Colombia, unos diez millones ganan menos de un salario mínimo. Pero muchos, la inmensa mayoría de los informales no responden las encuestas de opinión, ni salen a marchar por las calles y tampoco votan.

Por supuesto, responder y publicar encuestas, marchar por las calles y abstenerse en las elecciones son actividades legítimas en una sociedad abierta y democrática, como la nuestra. Pero un gobierno debe atender también las necesidades de los que no marchan, de los que no responden encuestas, de los que no votan y de los que aún no han nacido. Colombia reclama una nueva generación de políticos preocupados más en toda la sociedad, menos en las próximas elecciones y más, mucho más, en las próximas generaciones.

 

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