Energía, movilidad y sostenibilidad

Antieditorial
02 de abril de 2018 - 02:00 a. m.

Por Germán Vargas G. 

Colombia debe acelerar la diversificación energética para neutralizar las alertas ambientales. Aunque el Gobierno actualizó la regulación para promover las fuentes renovables, es necesario desincentivar la movilidad fósil.

Corregir la descontrolada densificación vehicular y la inmunidad de las emisiones a las restricciones precisa desmentir mitos y priorizar hitos: el cambio climático no entiende excusas, y es imperativo que tanto la bicicleta como la movilidad eléctrica sean los ejes del transporte multimodal.

Pero el pulso entre las fuerzas de voluntad y del mercado lo han ganado la pereza y la carbonización, causando respectivamente sobrepeso y enfermedad holandesa. Hagamos un esfuerzo, pues el ejercicio es sano y gratuito y —para que el Congreso no confunda esto con la propuesta de reducir los ceros de nuestro peso— fijemos caducidad a la circulación de vehículos diésel.

Sin embargo, esta utopía es por ahora inviable debido a que nuestra matriz energética no tiene la capacidad para soportar semejante transición, pues ha desaprovechado su diversidad y potencial natural, y, según la proyección del Plan Energético Nacional (UPME 2015), la electricidad sólo abastecería el 14 % de nuestra demanda de energía en 2020.

Superada la crisis de los 90, ese sector se estancó en la autocomplacencia: su inflación y riesgo de racionamiento no alteraron la destinación del Fondo de Ahorro Petrolero, para financiar la sustitución, y, así como los parches tributarios e Isagén no pudieron tapar el hueco fiscal, la dependencia fósil seguirá expandiendo el agujero de ozono.

Contrasta este panorama con la soberbia del mercado ante las propuestas para adecuar los objetivos, reglas e incentivos del sector, donde conviene considerar estudios como Energy transition and the electricity market (2017), y las innovaciones en el modelo de negocio de Eneco en Holanda, cuya responsabilidad social promueve el consumo inteligente, integrando monitores de eficiencia (Toon), e incentiva la compra de energía solar-eólica, la autogeneración y venta de excedentes a la red pública (CrowdNett), y la movilidad eléctrica (Jedlix).

De momento, las señales del Gobierno Nacional han sido: a) tímidas, porque el alcance del “programa de uso racional y eficiente de energía” y la “estrategia de desarrollo bajo en carbono” invita a realizar alguna conversión, pero no desincentiva el consumo de combustibles fósiles; y b) incoherentes, como demostró la desviación del impuesto al carbono.

En Bogotá, la administración Petro puso en marcha un SITP cuya contaminación no fue “Provisional”, y arrastró la vigencia de la obsoleta flota de Transmilenio (TM). Entre tanto, las vías férreas continúan desaprovechadas y, durante la actual Alcaldía, las licitaciones de las basuras y TM no requirieron vehículos limpios “en serio2 (cuanto menos híbridos “en serie”), empeñando nuestro futuro a la tecnología Euro V, que parece descartada en el viejo continente.

Todo esto parece ajeno a la visión del Grupo Energía de Bogotá, previo a su democratización de acciones. Por cierto, ¿qué propuestas tienen los candidatos presidenciales en movilidad eléctrica?

* Catedrático, U. Javeriana.

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