Entre la caricatura y la tecnocracia

Santiago Villa
15 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

Ha sido una primera semana de gobierno que oscila entre la caricatura y la tecnocracia, o que quiere ser lo segundo e irremediablemente arrastra lo primero. La posesión fue un preámbulo expresivo. El discurso de concordia del presidente, Iván Duque, voló en el huracán de resentimiento y abiertas mentiras del presidente del Senado y copartidario, Ernesto Macías.

Es probable que el Centro Democrático ya hubiese planeado esa rutina del policía bueno y el policía malo, pero esto no le resta gravedad a que Duque no pudo ser el protagonista de su propia posesión.

Y mantener el protagonismo será una de las mayores dificultades de Duque durante sus próximos cuatro años de gobierno. No sólo por el obvio motivo de que se lo quita Álvaro Uribe, sino porque sus copartidarios no le tienen suficiente respeto. No lo ven como su líder. Es otro competidor más en el juego de llamar la atención de Uribe, de ser más uribistas que Uribe, de brillar bajo esa religión que tiene tanto oportunista como fanático.

Fue ejemplar el regaño por Twitter —¡por Twitter!— de la senadora María del Rosario Guerra al ministro de Vivienda, Jonathan Malagón. El nombramiento de Víctor Saavedra como viceministro motivó una inapropiada protesta en público de la senadora Guerra. Saltándose todo conducto que uno asumiría es, por lo menos, un gesto de cortesía con el nuevo presidente y con su ministro, Guerra calificó la decisión como desatinada, porque Saavedra supuestamente trabajó en las “infames” cartillas del Ministerio de Educación, que pretendían ayudar a los niños a entender el concepto de la diversidad sexual.

Su copartidaria trató al presidente como un niño chiquito. Creo que muchos de los suyos lo ven así. El Centro Democrático se precia de ser el partido más disciplinado del Congreso, pero bajo ese manto esconde las rivalidades propias de las sectas. Lo único que los mantiene unidos es un megalómano que toman por el mesías.

El presidente de Colombia es para ellos una especie de segundo ministro, porque primer ministro aparentemente se creen todos. La vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, entretanto, es una suerte de infiltrada. Muy claro lo dijo Paloma Valencia: “Una cosa es el Gobierno y otra cosa es el Centro Democrático”.

Duque comienza su presidencia débil, algo que generalmente sucede más adelante, cuando se destapa un escándalo, como sucedió con Ernesto Samper, o cuando se derrumba un proyecto de gobierno, como los diálogos de Andrés Pastrana. Las primeras semanas de gobierno deberían ser triunfales. El nuevo presidente se prepara para lanzar sus propuestas más audaces, para trazar camino. La carta que ha mostrado Duque, por lo pronto, son nombramientos que sus copartidarios critican.

Esto será, por supuesto, aprovechado por partidos que no son el Centro Democrático para seducir al presidente. “Si el poder no te lo dan los tuyos, te lo ofrecemos nosotros”, dirán. Será interesante observar qué atrae más a Duque: si ser un presidente secundario dentro de su partido o liderar con mermelada. Predigo que será lo primero. Duque no parece tener la ambición ni la claridad política necesarias para saber qué hacer con el poder.

Duque tiene el queso porque se lo dio Uribe, y los uribistas lo roen como ratones.

 

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