Entre tutores impares

Eduardo Barajas Sandoval
01 de mayo de 2018 - 04:30 a. m.

Parecería que, aparte de los votantes americanos más primitivos, Emmanuel Macron es de los pocos que se han tomado en serio a Donald Trump. También parece ser de los pocos que aparentemente se han ganado la estima del más exótico de los presidentes de los Estados Unidos.

No es fácil imaginar el diálogo entre un personaje formado en la sofisticación de las altas escuelas francesas, donde en cursos de ingeniería del futuro preparan a los más capaces para el ejercicio del gobierno, y un señor que todo lo que ha hecho es vender edificios, espectáculos y ruido, mientras se ufana de no pagar impuestos, y solo tiene la experiencia de haber manejado, a su arbitrio, sus propias empresas.

La fulgurante carrera de Emmanuel Macron, hasta llegar a la presidencia, por joven que sea, corresponde al rigor de la cultura republicana de los franceses, que requiere presidentes formados en instituciones diseñadas para formar gobernantes, con experiencia en el ejercicio de funciones públicas y que hayan logrado acumular un poder político electoral significativo, sea por haberse impuesto en una dura competencia dentro de un partido existente, o por haber fundado un partido o movimiento capaz de conseguir apoyo suficiente en la Asamblea Nacional. 

Macron no solamente reúne todos esos requisitos. Sus estudios de filosofía, que culminó con una tesis exitosa sobre Maquiavelo y Hegel, así como su trabajo como asistente del filósofo Paul Ricoeur, con quien colaboró en la preparación de su libro “La memoria, la historia, el olvido”, le confirieron un entrenamiento excepcional para la reflexión y la argumentación. Su paso por el Banco Rothschild, a cargo de operaciones internacionales de gran envergadura, no solamente le dejó con qué vivir, sino que le permitió espantar los fetiches del dinero. Cualidad que se convierte en vacuna contra la corrupción y conduce a la cordura en los gastos a cargo del estado, que el joven presidente minimiza al pagar, de su bolsillo, sus cuentas personales. 

Montado en el carruaje de su ascenso vertiginoso y de la contundencia de su triunfo en la competencia presidencial francesa, y a pesar de las tremendas dificultades internas que implica el desarrollo de su proyecto, Macron cree tener capital político no solamente para asumir las obligaciones de su país en el contexto europeo, sino que se ha sentido capaz de acometer empresas de talla mundial. A través de ellas se ven reflejos de esa visión de Francia y su papel en el mundo de la que, en su momento, fue pionero el general De Gaulle. Otra cosa son las diferencias de significación y estatura política de uno y otro. 

Con ese ánimo, el presidente francés ha lanzado una ofensiva de presencia y búsqueda de la más amplia influencia de su país. Por eso opina sobre los problemas y perspectivas de diferentes regiones del mundo y ha buscado ejercer un protagonismo de primera línea en las relaciones transatlánticas. Sus dos competidoras están ahora en desventaja. La aventura de la salida de la Unión Europea, para dedicarse a revivir las glorias del desvanecido Imperio Británico, le ha restado a Theresa May significación en el contexto de los poderes occidentales. Alemania, la otra gran impulsora de la Unión, tiene una gobernante demasiado seria, ocupada en lo interno y estratégicamente distante del protagonismo internacional que tuvo, como para entrar en un diálogo con Trump más allá de lo necesario, y no tiene el talante para bromear con él y mucho menos darle señales de afecto que no profesa. 

Sobre las bases anteriores, Macron emprendió la semana pasada su aventura americana, destinada aparentemente a seducir a Trump y hacerle ver algunas de sus equivocaciones en la lectura del mundo. El lenguaje de Trump como estadista ya se conoce: cuando algo no le gusta, dice que es, o que fue, un desastre; cuando le gusta, dice que se está haciendo un buen trabajo. Lo demás son trinos contradictorios entre amenazas y elogios. ¿Cuáles habrán sido entonces, a la hora de la verdad, el contenido y el tono del diálogo entre un tecnócrata con formación de filósofo y un negociante de bienes inmuebles?  Ante las cámaras, lo más sobresaliente han sido los gestos, poco usuales y hasta indecorosos a los ojos de muchos, que a la larga no significan más que una simpatía personal entre dos personas que cada una cree puede ser la tutora de la otra.

En sus intervenciones públicas, Macron aprovechó la ocasión para enaltecer los vínculos irrompibles entre Francia y los Estados Unidos, que se han forjado en torno a la libertad, la tolerancia y la igualdad de derechos. Mención que a los ojos de muchos buscaría desplazar a la Gran Bretaña del puesto tradicional de principal aliada europea de los Estados Unidos. Muy a la manera de la discusión política francesa, dentro de la cual cada quien dice abiertamente lo que piensa, sin temor a que no sea del gusto de su contraparte, alertó sobre los peligros del aislacionismo comercial, que puede ser tentador para otros países y arreglar temores actuales, pero advirtió que, si cada quien se encierra detrás de su puerta, las exigencias de un mundo en movimiento terminarán por acrecentar los miedos de todos. También subrayó la importancia de mantener vivo el acuerdo de control nuclear con Irán, y se sostuvo en la importancia de la contribución de todos a la preservación de medio ambiente, temas estos frente a los cuales Trump pretende alejarse de los antiguos compromisos de los Estados Unidos. 

Aparte de la apariencia del protocolo, una acometida como la francesa tiene éxito si consigue, al menos en el mediano plazo, el resultado de convencer al interlocutor de adoptar cambios de rumbo. Si Macron lo consigue, su protagonismo le daría la opción de manifestarse con autoridad política en otras materias. Entonces podría, por ejemplo, ejercer como vocero principal de la Unión Europea en distintos escenarios y haría realidad viejos sueños de grandeza. Por ahora Trump ha dicho, muy en su estilo, que Macron salió de la Oficina Oval, a menos en el caso de Irán, con ideas distintas de las que traía. 

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