Epílogo triste de 2019

Luis Carvajal Basto
16 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

El año termina con una amenaza de paro en 2020.Mientras diferentes sectores celebran y  estimulan, ejerciendo sus derechos,  la aparición de la protesta social, no podemos menos que declararnos en alerta por los efectos que tendría una polarización renovada sobre las instituciones; el crecimiento, la confianza, la inversión y el empleo.

A nuestros problemas habituales, finalizando año,  hemos añadido nuevos e inéditos niveles de pugnacidad y confrontación; una variante de la polarización que ya conocíamos. De tomar fuerza, nuestro principal problema no será la protesta ; tampoco la capacidad, fiscal, institucional y de gestión del Estado para ponerse a tono con  demandas no previstas, tanto como el escenario que debemos considerar  si quienes no están de acuerdo con  ella resuelven reclamar, con la misma vehemencia de los “protestantes”, el respeto de sus propios derechos.

El objetivo  ha sido el gobierno, en funciones hace 16 meses. Aunque los convocantes de  la protesta pretenden recoger   y representar intereses ciudadanos de diversa índole, se trata, claramente, de una manifestación  política; una típica confrontación de intereses. Sus principales actores, muchos de ellos aun en “la sombra”, buscan obtener dividendos  aunque conocen, perfectamente, que muchas de las demandas exceden la capacidad institucional, financiera, legal Etc. del  gobierno y el mismo  Estado.

Se trata de presionar a un  gobierno que  mostró debilidad,  luego de la renuncia del ministro de defensa,   confirmando su falta de gobernabilidad en el congreso. Su postura anti mermelada tóxica no fue acompañada de otras medidas efectivas contra la corrupción por lo que perdió el pulso en el congreso pero también espacio ante importantes sectores de una opinión ante la que buscaba ponerla  en evidencia. El gobierno, recientemente elegido por una mayoría, luego de “instalado” hizo poco para conservarla, cediendo esos espacios  que ahora buscan ocuparse por parte de otras fuerzas.

¿Habrá cambiado tanto la opinión y las preferencias políticas de los colombianos  desde que Duque ganó las presidenciales y  el sector político que lo respaldó ganó   el plebiscito?  Además  de las movilizaciones, con las que no está de acuerdo  una mayoría de la ciudadanía como confirman las encuestas, es difícil encontrar  elementos que permitan afirmarlo.

Duque, una vez elegido, intentó, como corresponde al presidente, gobernar para todos pero no lo hizo  “con todos”, una clara referencia a la “clase” política, descuidando la construcción de una coalición mayoritaria  que le ha pasado factura, con “intereses” o paros. Su postura de “centro”  le ha expuesto ante una oposición que le ejerce, como es natural, y  sectores  de las mismas  fuerzas que lo eligieron, también inconformes. Si Duque fracasa habrá fracasado su intención de buscar consensos,  objetivo central  de la política y un deber presidencial  en los gobiernos democráticos. Al fin de cuentas  para un gobernante, a diferencia de quienes aspiran a reemplazarlo, se trata de promocionar lo que une a sus gobernados y no lo que les divide.

Aparte del evidente error  en su relación con el congreso y la opinión, a Duque, en honor a la verdad, no se le puede señalar  de ocasionar alguna injusticia o “desastre” de gestión  que se pueda comparar con la caída de su popularidad, sin que la salida de su consejero de comunicaciones  o un retoque superficial  a su gabinete  resulte suficiente para solucionar el reto de recuperar su ahora disminuida  imagen y capacidad de gobierno.

Por el contrario, se ha desempeñado arrastrando problemas históricos que suficientemente conocemos y  pese a los efectos negativos  de  la inestabilidad global, la guerra comercial, y el Brexit, la desaceleración  de la economía mundial , la caída en los precios del petróleo (-11.5% en 2019) y las materias primas, y   el endeudamiento del país en los gobiernos anteriores, que ha multiplicado el costo de la deuda, la  Colombia de Duque  mantiene una relativa posición de estabilidad y “ventaja” en el entorno latinoamericano . Cerramos el año en un mundo que crecerá un 2.5% mientras, en el tercer trimestre, Colombia lo hizo al 3.3%, siendo, con Guatemala, uno de dos países en Latinoamérica que han mostrado perspectivas de expansión y crecimiento positivo en 2019 y 2020, de acuerdo con datos de la CEPAL publicados el fin de semana.

En un mundo en que la incertidumbre se ha convertido en regla, pareciera que Colombia, luego de  lograr la Paz con las FARC, se empeñara en poner  su parte, añadiendo, con la resurrección de la polarización, factores de inestabilidad que nos perjudican. Esperemos que en 2020 la razón y los consensos se impongan sobre las pretensiones particulares de quienes  se sienten excluidos o reclaman su “cuota” de poder a cualquier costo. Para ello el gobierno es y será un actor central pero no, por principio, el enemigo a vencer por parte de nadie que quiera el bienestar de Colombia.

@herejesyluis

Posdata. Esta columna reaparecerá  el 13 de enero de 2019. ¡Felices fiestas!

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