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Érase una vez en teatros

Alberto López de Mesa
30 de abril de 2021 - 05:29 p. m.

En la segunda mitad del siglo pasado las artes escénicas colombianas alcanzaron memorable apogeo, la generación formada en las vanguardias teatrales del mundo, montaron obras de autores insignes del momento a la vez que consolidaban una estética original, valiéndose en un principio de instancias y estancias universitarias, pero enseguida se procuraron espacios propios.

En las ciudades capitales surgieron grupos de teatro de sala, de calle, también los mimos y los títeres, proliferaron talleres especializados de los cuales algunos alcanzaron a constituirse en escuelas propiamente dichas; como nunca antes, editoriales prestigiosas publicaron textos de dramaturgos, de historiadores y críticos criollos, y, destacable de aquella primavera de la escena nacional fue que al inicio del nuevo milenio, anualmente ya se daban en el país festivales de talla internacional, acaso por la significancia que habían alcanzado nuestras artes escénicas y porque se había cultivado un público que concurría ávido a las salas. En consecuencia los creadores empodq1qerados se arriesgaron a tener sedes propias, constituyéndose como empresas cuando el neologismo “emprendimiento” ni siquiera existía en léxico de los economistas más avezados.

Considerando el espacio de esta columna no doy nombres de agrupaciones ni de emprendedores para evitar injustas exclusiones, acépteseme decir que quienes se empeñaron en la aventura de hacerse a su propio teatro prescindieron de las típicas pautas empresariales. Se de quienes adquirieron el lote o el local para sus teatros con colectas inverosímiles, o gracias a providenciales mecenazgos o a oportunos comodatos o persuadiendo a sus familias con proyectos hipotéticos, entre otras transacciones tan ingeniosas como sus obras. Surgieron pues teatros de diversas categorías todos los cuales favorecieron la calidad artística de las obras y el funcionamiento empresarial, muchos como sociedades familiares, lo cual, por cierto, es característico, casi como un atavismo, en circos y compañías de teatro popular.

Por supuesto nunca ha sido fácil mantener una sala de teatro y menos si se compite con la televisión, con el cine y con las varias ofertas de la industria del entretenimiento, por lo tanto, los grupos con teatros además de presentar sus obras, debieron diversificar la oferta de servicios, con muestras de otras disciplinas escénicas, talleres, exposiciones, al puto de funcionar como verdaderos centros culturales, los más prolijos con incidencia más allá de su respectiva localidad. Fue entonces que, como sector, convencieron a las instancias gubernamentales responsables del fomento cultural, de que su aporte artístico y cultural merecía estar presupuestando en los planes de desarrollo ya que suplían responsabilidades del Estado. De allí se logró que se oficializar el programa Salas Concertadas, que anualmente daba un monto proporcional a los gastos de funcionamiento de los espacios teatrales, lo cual les aseguraba al menos un porcentaje de lo requerido para el funcionamiento.

Ahora que la corriente más voraz del capitalismo se ha venido imponiendo como guía de los gobiernos, como ruta del desarrollo, como modo de relación y de convivencia, para lo cual se asume que todas las necesidades humanas merecen ofertaste como bienes o servicios y, con las reglas de la oferta y la demanda, funcionar convenientes a las maquinarias del mercado. Ahora los grupos artísticos, los teatros , que, no obstante lo sui géneris y alternativo de su funcionamiento como empresas pagan los debidos impuestos y se acogen a las exigencias de las superintendencias de industria y comercio e instancias de control, más esto no basta, también deben someterse a la libre competencia en los estadios del show business y de las industrias culturales, lo que se conoce como Economía Naranja, lo que para el actual presidente de Colombia es capricho, bandera y sin duda orden de sus guías en el Banco Interamericano de Desarrollo.

El economista Felipe Buitrago, compinche incondicional del presidente en sus propósitos naranjas, apropiadamente es el actúa Ministro de Cultura con la encomienda de instaurar la Economía Naranja como forma y misión del fomento cultural que le corresponde al Estado.

Así pues, aunque el mentado ministro públicamente se comprometió a mantener los subsidios concertados como responsable apoyo del Estado a la tarea cultural que cumplen las salas de teatro, ahora hace caso omiso a su promesa y borrón y cuenta nueva. Empieza por reducir el presupuesto por décadas pactado para el programa Salas Concertadas,

El confinamiento de cuarentena y las normas de distanciamiento social que obliga la pandemia Covid, ocasionó el que muchas salas de teatro cerraran definitivamente, las que resisten confían en que el gobierno les tienda la mano como empresas damnificadas de la crisis. Pero el ministro anaranjado atiende la suplica con indolente desdén y en cambio anuncia 6,5 billones para la economía naranja que se movilizarán a través de la estrategia “Reactivarte” que se compone de el “Re tanqueo” de la línea “Exprimiendo la Naranja” de Bancoldéx, así mismo como impone este nuevo lenguaje impondrá tercerías privadas para que asuman el tedioso programa de Salas Concertadas.

Amanecerá y veremos a las salas de teatro que una vez fueron ejemplo de emprendimiento cultural, echadas a su suerte, obligadas a proceder con las pautas inequitativas de la economía neoliberal.

Confiemos en que los grupos y compañías teatrales estén formando nuevas generaciones capaces de preservar su legado artístico y cultural y en estratégica alianza con los públicos sepan afrontar las afrentas del neo capitalismo.

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John(30701)01 de mayo de 2021 - 12:40 a. m.
Porky infame, esta acabando hasta con el nido de la perra
Camilo(46845)30 de abril de 2021 - 09:35 p. m.
¡Buena columna! La cultura teatral que se labró con esfuerzo, termina por derrumbarse con el negocio de la naranja podrida. La tradición democrática, que permitió el crecimiento de compañías y grupos teatrales durante el XX, desembocó en la visión comercial hegemónica del teatro, que condujo al neoliberalismo salvaje del XXI. No parece haber justo medio... ¡Sálvese quien pueda!
Amalia(84368)30 de abril de 2021 - 07:56 p. m.
Todo un reto para las nuevas generaciones, confiemos en su ingenio templanza y perseverancia para salí airados de estos terribles momentos
Mariela(52053)01 de mayo de 2021 - 11:22 a. m.
Interesante Columna. Pero qué pasa con los correctores en el periódico?
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