Es dando nombres

Lorenzo Madrigal
26 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

Antes comenzaba la campaña presidencial a partir del segundo año de un nuevo gobierno. En términos de hoy, para el 2016 ya sabríamos que entre Germán Vargas y De la Calle se definiría la sucesión presidencial. Pero no ha sido así y hay perplejidad.

Veo, con fruición, que han comenzado a darse nombres para la sucesión y uno que se ha aventurado a ello ha sido el inefable Plinio Apuleyo. Y ha innovado en dos nombres: Rafael Nieto Loaiza y Luis Fernando Velasco, en extremos opuestos.

Nieto Loaiza (50, aprox.), así como Iván Duque (40, aprox.) son ahora dos personas nuevas en la baraja, a nombre y en gracia de los opositores o del No, según se les llama. Nieto, un abogado exitoso, ha tenido a cargo, aunque ello no es óbice, casos un tanto aburridos. Porque todas las causas demandan abogados.

Duque, abogado y economista, de buena voz y brillante exposición, luce cercano a Uribe, el hombre que definirá el sector, sin falta. Del mismo lado del No, ganador burlado del 2 de octubre del 16, la conservadora Marta Lucía Ramírez, en exceso locuaz, es así mismo carta alentadora. No así Ordóñez, cuyo peso electoral está por verse.

A propósito, se dice ahora que quien se apegue demasiado al actual presidente las lleva y le cae su desprestigio interno. Buenas las tengan, entonces, Humberto de la Calle, el más señalado para la sucesión, con todo y respaldo guerrillero y Juan Carlos Pinzón o también Roy Barreras, quien maneja, a mi juicio, un bien cultivado rechazo. O su propio antídoto, como también podría llamarse lo que el personaje genera, sin esfuerzo de los demás por dañarlo.

En la izquierda, la siempre dividida, estará Petro (con un Bogotá social a favor) y juega el solitario Jorge Enrique Robledo, un hombre sensato, antiguerra, más poseedor del discurso y la elocuencia que de la acción. No sé por qué razón se incluye a Sergio Fajardo entre los nombres de la izquierda. No le veo una orientación muy clara en ese sentido, pero bien podría atraer electorado de distintas corrientes. Entre verdes, le compite Claudia López, nueva, aguerrida y gritona. Reclama unión en torno suyo, pero ignoro con qué arrastre.

A Clarita López, la dulce niña pálida de Klim, le ha resultado un generoso rating. Juega a dos sectores que se contradicen. Habla dulcemente y ostenta prosapia y rebeldía familiar a un mismo tiempo.

Cómo no mencionar al reclamante heredero Juan Manuel Galán, en quien se ha despertado el sueño presidencial, que en su padre se frustró a pocos días de llegar a la meta. Debe tener seguidores; los Galán, envidiados, siguen siendo una añoranza y un derecho al recuerdo y al resarcimiento. Gaviria, no se le oponga, pues se las debe todas.

Por último, y lamento mencionarla al final, Piedad Córdoba, quien seguirá llevando en su bolso de mujer muy vistosa una tarjetica personal como ex candidata presidencial

 

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