Seamos previsivos, evitemos soluciones antidemocráticas.
Acabamos de tener unos días –como pocos– en la historia de la Colombia contemporánea. El conjunto de las acciones que se llevaron a cabo en diversas regiones del país, más allá de las protestas legítimas y ordenadas que presenciamos, deben ser objeto de cuidadoso estudio. Como miembro de la comunidad universitaria, me permito recomendar el estudiar y debatir, detenidamente, los comunicados de los señores rectores, de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, de las instituciones, actores y personalidades democráticas que lo han hecho. Las siguientes reflexiones –elaboradas pensando en el mediano y largo plazo– son un aporte que facilita un acercamiento a la comprensión de la magnitud del problema presentado. Veamos.
Retomar el estudio de la política como arte y ciencia. Teniendo en cuenta la actual estructura del poder a nivel mundial y latinoamericano y en particular, la complejidad y desafíos del contexto suramericano y colombiano contemporáneos (2021), se me presenta de una gran actualidad retomar –con precisión– la utilidad que tiene el estudio sistemático de la política como arte y como ciencia.
Develar el debate entre la política y la antipolítica. Actualmente es pertinente develar el debate presentado entre la política y la antipolítica, evitando que –el empleo de la politiquería– desvirtúe el papel sustantivo que la política debe desempeñar en nuestros días: ser fuente de prácticas solidarias e instituciones democráticas participativas y sólidas. ¿Cómo olvidar que somos seres sociales y que como seres sociales somos seres políticos? Y también, que como seres políticos estamos convocados a institucionalizar el derecho, la justicia, la equidad, la solidaridad y la paz en Colombia, en América Latina y en la Tierra.
Prescindir de la política como arte y ciencia, es abrir las puertas a los regímenes de facto y dictatoriales. No olvidemos que, frente a ellos, los colombianos hemos sido reacios. Desde el punto de vista histórico, pedagógico e innovador, lo conveniente, es que, desde la niñez, en los hogares, en los colegios y en las universidades, se dé formación política con el ejemplo y con prácticas democráticas que faciliten el aparecimiento –en la arena política– de ciudadanos con conciencia participativa. Así mismo, que en todas las facultades se dé la oportunidad de estudiar la política como arte y ciencia y facilitemos la eclosión de nuevos liderazgos políticos democráticos. Ellos emergerán, especialmente, de nuestras universidades. Serán los nuevos profesionales, impulsores del bien común y de una visión solidaria de la existencia y del Estado, los que agencien proyectos comprometidos con el ejercicio de los derechos y la satisfacción de las necesidades fundamentales de la mayor parte de la población, dentro del marco de nuestra Constitución.
Ser conscientes del momento político contemporáneo y el papel de la civilidad. La política como arte de gobernar y como ciencia, se complementan; ambas requieren cada día –en nuestro país– de más y mejores centros del saber, la investigación, la innovación, y la reflexión; de más y mejores políticas educativas; de salud; de vivienda; agroindustriales; de transportes…; de más y mejores actores; de más y mejores líderes políticos y sociales, comprometidos con la mayoría de nuestra población. La política, como arte y ciencia, está a la orden del día. Hay que fortalecer el Estado y desarrollar la democracia participativa; estar muy atentos al desarrollo del pensamiento de los sectores académicos, políticos, económicos, sociales y ambientales; hay que abrir la democracia con dimensión de profundidad y estar alerta frente a los populismos y caudillismos de todas las tendencias.
Replantear la misión y la visión de la Escuela de Alto Gobierno. Para el fortalecimiento de nuestra democracia y de la Administración Pública es indispensable replantear la misión y la visión de la Escuela de Alto Gobierno fundada en 1997 y adscrita a la ESAP.
Implementar el Acuerdo del Teatro Colón. Para el futuro de la democracia colombiana se me presenta indispensable tomar las decisiones políticas que permitan la implementación del Acuerdo del Colón y la construcción de una paz estable y duradera. Sobre este tema, existen informes significativos en torno a sus avances (2020 - 21). Sin embargo, la magnitud de la problemática nos indica que es necesario revisar cuidadosamente lo realizado e incrementar la voluntad política, de tal manera, que se pueda mostrar ante el mundo, América Latina y Colombia, los logros alcanzados e indicar la importancia y viabilidad de un proceso de paz centrado en las víctimas.
No olvidar que los más importantes gobernantes contemporáneos y los altos funcionarios de los organismos internacionales han manifestado explícitamente, su interés en que la construcción de la paz en Colombia, sea una realidad.
Saber enfrentar la crisis. No temamos a las crisis; ellas frecuentemente han facilitado la eclosión de pensadores de reflexión profunda; de teorías; de nuevas organizaciones y coaliciones políticas; y de novedosos liderazgos políticos y de estadistas.
Preguntas finales. Y dos preguntas inquietantes: Quienes no hemos sido responsables directos de las acciones violentas ¿qué responsabilidad tenemos frente a la magnitud de la inequidad existente en nuestra sociedad? ¿Cómo podemos comprometernos en la construcción de una sociedad justa (con estructuras que organicen la equidad ante el poder), pacífica (con ausencia de violencias abiertas, estructurales y culturales), libre (interrelacionada con todas las naciones y sin sometimiento a potencia mundial alguna) e insertada creativamente en el proceso de globalización con consciencia latinoamericana y con posibilidad de organizar un proceso de desarrollo sostenible?
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