Es muy difícil abrir la boca en una sociedad que está acostumbrada a juzgar todo lo que una mujer dice

Columnista invitado EE: Juanita Onzaga
10 de julio de 2020 - 00:04 a. m.

Es muy difícil abrir la boca en una sociedad que está acostumbrada a juzgar todo lo que una mujer dice. Las acusaciones hacia Ciro Guerra me han dejado en shock. Lo conozco y admiro su trabajo, pero al leer las palabras de estas ocho mujeres fui atravesada por un dolor muy profundo al reconocer que a muchas mujeres que tienen el sueño y la voluntad de trabajar en el cine les suceda esto. No puedo expresarme con un juicio personal hacia esto, porque así le haya dado tiempo, aun no logro digerirlo. Claramente este tipo de conductas son inaceptables e intolerables. Más allá de hacer un juicio moral sobre esta situación específica, opté por escribir sobre el tema de una manera personal. Esta situación grita que el momento ha llegado para hablar sobre este tema en profundidad y en detalle.

La industria cinematográfica colombiana es un lugar hostil hacia las mujeres. En esta industria la mayoría de figuras de poder son hombres. Es inaceptable tener dinámicas de esta índole en nuestra industria y está bajo nuestra responsabilidad el reconocer que es necesario escuchar por fin a aquellas que nunca han sido escuchadas. Este machismo en la industria cinematográfica está normalizado; las injusticias y los abusos cometidos hacia las mujeres en nuestro país son múltiples y están encarnadas en miradas, en palabras, en gestos y claramente en actos. Desde que empecé a crecer en esta industria me fue enseñado lo que debía y no debía hacer para evitar encontrarme en una situación de manipulación o abuso por parte de un hombre en mi carrera. Este es el momento justo para que cada uno de nosotros reflexione sobre cómo parar este comportamiento, cómo construir lugares seguros en los rodajes y en los distintos lugares de encuentro del cine.

Una de las razones por las cuales nos metimos a hacer cine es para poder expresar lo que sentimos profundamente desde un enfoque estético, con películas que de manera sensible abren nuestras historias, nuestras sensibilidades para tocar al otro.

¿Cómo crear un lugar seguro para que, como mujeres, podamos explorar estas posibilidades de creación libremente sin ser juzgadas? Cada mujer y cada hombre es responsable de las personas que tiene en su equipo, y como tal debe cuidar que estas dinámicas machistas desaparezcan dentro de las co-relaciones personales, que dejen de estar normalizadas, y para esto hay que hablar, escuchar. ¿Cuáles son las maneras en las que una mujer siente el machismo en la industria cinematográfica?

Es machismo ver a una mujer linda y talentosa y tratarla como un objeto sexual o de deseo, cuando lo que está haciendo es trabajar.

Es machismo denigrar a una mujer y sus ideas por el hecho de que sean femeninas, sensibles, raras o frágiles.

Es machismo acercarse a una mujer porque te gusta y cuando te dice no, no escucharla.

Y pensar que un no es un sí. El NO es un NO, es un aléjate, es un no me interesa, es un déjame tranquila, es un NO.

Es machismo que si esta mujer te dice no, luego hacerle la vida imposible, hablar mal de ella o cerrarle las puertas en el trabajo.

Es machismo pensar que una mujer no es capaz de hacer lo mismo que un hombre.

Es machismo decirle a una mujer que no sabe lo que está haciendo, solo porque lo está haciendo desde la intuición y no desde una racionalidad masculina que nos ha sido inculcada como la única manera de pensar el cine.

Es machismo crear personajes de mujer que solo las muestran como víctimas, de filmarlas solamente como un objeto de deseo, de pensarlas solo como un cuerpo sin tener en cuenta su mundo interior y sus fortalezas.

Es machismo hacer un casting de un personaje de mujer y acercarte más de lo debido a las chicas que hacen el casting.

Es machismo restregarle en la cara a una mujer el poder que puedes tener sobre su carrera.

Es machismo no reconocer y respetar la fuerza y la voluntad de una mujer.

Es machismo decirle a una mujer cómo hacer las cosas, cuando ella ya sabe muy bien cómo hacerlas.

Es machismo decirle a una mujer que no es lo suficientemente fuerte o que no tiene la experiencia suficiente para hacer lo que está haciendo, mientras lo está haciendo.

Es machismo ver a una directora de foto o una mujer en el departamento de cámara y decirle que todo esto es muy pesado y muy difícil para ella, que más bien haga otra cosa.

Es machismo juzgar el mundo interior de una mujer y su manera de explorarlo por medio del cine simplemente porque son historias que no se han escuchado todavía. Eso da una razón más para ser escuchadas.

Es machismo cuando, al ver una mujer, ves solo un cuerpo, en vez de ver a un igual.

Como directora me he tenido que enfrentar al machismo de muchas maneras distintas y las personas que más me han ayudado a sobrellevar esto han sido mujeres que han tenido que aprender, como yo, a confiar plenamente en su intuición. Cuando estaba comenzando a viajar con mis cortos en los más grandes festivales internacionales y nacionales, conocí a dos mujeres con mucha más experiencia que yo. Directoras que me dijeron: nunca te metas con alguien que tiene más poder que tú. Me dijeron cómo vestirme, hasta cómo comportarme, para estar en estos festivales y evitar problemas con los hombres.

Me acuerdo bien de esa noche, porque lo agradecí con el corazón, porque al ser una mujer joven en esta industria de tiburones, hay que tener las antenas bien puestas. Entendí en ese momento que realmente podía confiar en algunas mujeres, pero con los hombres debía marcar los límites y las barreras fuertemente para evitar líos.

Debo dejar claro que las fiestas en los festivales y eventos de cine son un lugar de trabajo informal; son lugares de encuentro con otras personas de la industria, y con contactos que muchas veces derivan en relaciones profesionales o que las pueden encaminar. He conocido varias personas importantes para mi carrera en estas fiestas y es de fuerte importancia tener claro que estos lugares también hacen parte de la industria del cine.

Respecto a esto, hay una experiencia que decidí compartir para revelar la complejidad de estos lugares.

Una noche, en la fiesta tras la clausura del FICCI del 2017, me pasó algo que me dolió muchísimo. Al ya irse terminando la noche me estaba tomando unas últimas cervezas en un lugar muy concurrido del festival donde estuve toda la noche hablando con amigos y divirtiéndome. Ya días antes durante el festival, un director colombiano y un miembro de su equipo un poco mayores que yo habían estado coqueteándome, pero yo no les había respondido, simplemente porque no me interesaban.

Más tarde esa noche me quedé con mis amigos, hasta que el último de mi círculo decidió irse y me quedé sola cinco segundos. En esos cinco segundos llegaron estos dos hombres, se acercaron mucho a mí y empezaron a flirtear, a hacerme avances y a acercarse de una manera muy agresiva a lo cual yo respondí que ya me iba y qué adiós. Al darse cuenta que los estaba ignorando y que no me interesaban para nada, cambiaron completamente su juego y empezaron a atacarme a mí y a mi trabajo de una manera que nunca nadie lo había hecho, diciendo que era una mierda y que estaba sobrevaluado (acababa de ganar el premio a mejor corto en la Berlinale), y que no estaba inventando nada nuevo; que si me dolía no haber ganado en el FICCI, que por qué creaba, que mi trabajo era demasiado personal, que historias así no le importaban a nadie, que mejor hiciera otra cosa. En últimas diciéndome que no debería estar creando, porque mi trabajo no valía la pena. Eso y mucho más, pero con unas palabras de una violencia que no logro replicar aquí porque no pertenecen a mi vocabulario.

Sobra decir cómo me sentí tras esta experiencia. De todos los festivales a lo que he ido con mis pelis después de esta experiencia, ni en Cannes, ni en Berlín, ni en San Sebastián, ni en el medio oriente ni en europa del este me volvió a suceder algo así. Nunca. Nunca me habían irrespetado de esa manera donde, si no te dejas coquetear y ser el objeto de deseo, entonces te atacamos donde más te duele. Qué irrespeto y qué cobardía. Yo no vivo en Colombia, pero tras unas semanas me enteré por un muy buen amigo que estos dos hombres estaban hablando muy mal de mí, como si me conocieran bien y pudieran decir cosas profundas sobre mí, cuando lo único que hice fue decirles NO de manera franca y fuerte.

¿Entonces, si dices no de manera suave, te arriesgas a que te abusen, y si dices no de manera fuerte, te arriesgas a que te armen mala fama?

Toda esta experiencia la había olvidado y dejado en el cajón de malos recuerdos que nunca miro. A los que no me conocen y leen esto, no se preocupen por mí, que nunca un par de pendejos me harán dudar en por qué hago lo que hago y por qué creo lo que creo. Pero toda esta discusión de estos últimos días ha despertado esta memoria. Claramente no es del calibre de un abuso sexual, pero se me hace claro que poco importa el nivel de poder que tenga una mujer dentro de nuestra industria, hay niveles de machismo que nos atacan permanentemente. Está sistematizado que a una mujer se le ataque por hacer lo que quiere, se le ataque por saber lo que quiere, se le ataque por vestirse como quiere, se le ataque por expresarse como quiere y no, ya no podemos más.

En vez de atacar, queridos y queridas, hay que aprender a admirar, a reconocer que en la fortaleza y el logro de la mujer y del otro vive la posibilidad de la fortaleza de una comunidad, y de nosotros mismos. Al reemplazar el ataque por la admiración, estas personas nos pueden inspirar, guiar y abrir caminos, mostrarnos perspectivas que no conocemos. Las mujeres y los hombres somos seres iguales y solamente en el momento en el que empecemos a relacionarnos los unos con los otros como iguales podremos liberarnos del patriarcado, para establecer un necesario equilibrio.

Así que todo esto me remite a una reflexión acerca del poder y aquellos egos frágiles masculinos, que no cuestionan sus maneras de prolongar los condicionamientos del machismo y del patriarcado del que venimos, pero el cual estamos cambiando poco a poco. Hay hombres que escuchan y se cuestionan y hay hombres que no. Es nuestra responsabilidad denunciar, hablar y cuestionar todo comportamiento que pueda venir desde este machismo y que afecte la seguridad de las mujeres dentro de los espacios de rodajes, festivales y otros núcleos de la industria cinematográfica. Es responsabilidad de cada productor, de cada director, de cada jefe y cabeza de proyecto, el escuchar a las mujeres, protegerlas y respetarlas junto con su trabajo.

En cada rodaje que he hecho como directora y productora, eventualmente he tenido que despedir a un hombre, ya sea en el rodaje o en la post. Las causas de esto han sido varias, pero todas basadas en el hecho que no acepto, ni aceptaré nunca, que un hombre denigre del trabajo de una mujer, que un hombre irrespete a una mujer en mi set, que un hombre crea que por ser hombre es más capaz de hacer el trabajo que una mujer. Que un hombre piense que por ser hombre puede decirle qué hacer a una mujer y que haga cosas que se interpongan en su camino para dificultar su trabajo. Que un hombre no confíe en la dirección que una mujer le da a sus proyectos por ser mujer y se interponga en su camino.

No acepto ni aceptaré que un hombre machista esté en mis rodajes, porque me es absolutamente necesario crear un espacio seguro de confianza para mi equipo, actrices, actores y para mí. Y esto es un privilegio; tener el poder de escoger y ser quien toma las decisiones en mis rodajes. Si esto quiere decir que debo buscar a otra persona para reemplazar a quien despido con el rodaje en marcha, poco importa. Lo único que importa es que nuestro espacio de creación sea un espacio seguro donde podamos crear en confianza, libertad y seguridad.

A todos aquellos y aquellas que estamos en la cabeza de un proyecto o dentro de los que lo lideran, necesitamos hacernos responsables de crear espacios seguros, hacernos responsables de que las personas que contratamos sepan que están seguras y que los hombres tengan claro que deben respetar a las mujeres y sus decisiones en todo momento, en todo segundo, con toda palabra y toda mirada. Y en el caso en el que esto no suceda debemos establecer los diálogos y tomar las medidas necesarias para no permitir que este tipo de comportamientos tomen lugar. Este tipo de conductas no se pueden aceptar. Estos hombres tienen que darse cuenta que las cosas están cambiando y que ya no se aceptarán más.

Los invito a seguir a las queridas Rec Sisters, a quienes felicito por construir un espacio seguro para discutir sobre estos temas. Pero todo aprendizaje viene con la necesidad de nuevos esquemas, iniciativas y maneras de relacionarnos. Hay mucho trabajo que hacer por parte de todos.

Solamente dentro de estos espacios seguros, las mujeres podemos crear en libertad, podemos conectarnos libremente con aquello que nos llama a crear, podemos contar nuestras historias sin miedo, podemos profundizar dentro de una búsqueda cinematográfica única y personal, sin miedo a ser atacadas, a ser juzgadas, a ser tratadas como menos. Necesitamos de estos lugares seguros para darle una base sólida a las mujeres que tienen tantas maneras distintas de relacionarse con el mundo, con el arte de contar historias, con el arte de sanar, con la creación, y que tanto tienen para darle y compartirle al mundo desde su mirada en el cine. Esta libertad y esta seguridad son necesarias para el crecimiento y la riqueza de nuestra cinematografía y la pluralidad y riqueza de sus historias, de nuestro cine.

Queridas mujeres, es hora de ayudarnos entre nosotras porque sabemos lo que compartimos, pero hay que ser fuertes, hay que decir NO de maneras tajantes, hay que escuchar a la intuición, no hay que confiarse y hay que saber que en medio de todo también hay hombres conscientes, que están en su camino de la deconstrucción del machismo.

Entre todos aquellos que poco a poco nos hemos dado cuenta que no podemos seguir adelante sin cambiar las cosas, que hemos decidido eliminar los condicionamientos de lo que significa ser mujer y ser un hombre (porque si, el machismo también afecta a los hombres), es hora de decirle adiós al querido patriarcado, es hora de un poco de justicia, entre todos, por fin.

Todo desde el corazón y la toma de responsabilidad de cada una de nuestras acciones, nuestras palabras, nuestras decisiones, nuestros juicios, nuestros espacios de trabajo, nuestros equipos y nuestras historias.

Los invito a todos a pensar y discutir todas las aristas de la caja de Pandora que se abre ante nosotros y espero que las reflexiones que esto pueda causar sean de una riqueza personal y colectiva que provoquen cambios en cada uno de nosotros.

* Juanita Onzaga (1991) es una directora y productora de cine colombiana radicada en Bruselas. Combina elementos de ficción y no-ficción en sus cortos Nuestro canto a la guerra (Quincena de Realizadores de Cannes 2018) y La jungla te conoce mejor que tú mismo (Berlinale 2017), los cuales reflejan distintas maneras de percibir la realidad, la memoria y la muerte, reinterpretando la violencia a través de la imaginación. Actualmente escribe su ópera prima con el apoyo del fondo Hubert Bals en el TFL, mientras dirige otros cortos y una experiencia de realidad virtual.

Por Juanita Onzaga

 

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