Es normal

Hernán Peláez Restrepo
24 de octubre de 2017 - 03:00 a. m.

Ciertamente resulta normal sufrir con este Millonarios en largo trecho de un partido. Porque en el sistema defensivo pasa las pruebas, así sus laterales no tengan claro el papel a cumplir cuando pasan hacia adelante.

Prueba de ello fue la cantidad de juego recibido por Palacios, sin que produjera o un centro eficaz o una llegada con peligro al arco de Cuadrado, en el duelo ante Once Caldas.

En la zona de volantes, es más lo que mueve y descresta visualmente hablando David Macallister Silva que lo que genera para los delanteros. Domínguez, siempre abonado a la tarjeta amarilla, aporta en cuanto a fuerza y hostigamiento. Duque, parece, es más práctico en juego.

El problema que persiste, disimulado por el triunfo ante el desteñido Once Caldas, por dos a cero, es la ausencia de jugadas propiciadas por delanteros, que nunca encuentran apoyo adecuado a su obligación. Claro que resultó un golazo el segundo de Ayron del Valle. Buen gesto técnico y selló de paso el triunfo.

En el desfile de delanteros, Millos utilizó a Núñez, Del Valle, Valencia, Riascos y Quiñónez, y uno que entró al cierre. Por oportunidades no se pueden quejar, sin aprovechamiento, a no ser por el penalti bien cobrado por Del Valle y otro desperdiciado por Riascos.

Ahí radica el principal problema del equipo. Si Miguel Ángel Russo renovó por dos temporadas más, debe ser consciente de la urgente necesidad de conseguir al menos tres refuerzos. Pero de verdad, jugadores hechos y derechos que desatasquen el plan de juego ofensivo.

El fútbol nuestro es tan inexplicable que Tigres y Jaguares, comprometidos en zona de descenso, están por lo pronto en el grupo de ocho finalistas. Es probable que si se mantienen ahí ingresen a jugar mano a mano por los cupos con llamados grandes, exentos de zozobra para descender.

Sería increíble que uno de ellos ganara el campeonato y se fuera a la B. Lo último en guarachas.

Volviendo al juego Millos-Once, este blanco blanco no tiene forma ni figura. Quiere defender, como si en el fútbol se pudiera vivir del cero en el arco propio y nada más.

 

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