A escondidas

Juan Carlos Botero
14 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

No es un accidente que la mayor parte de las iniciativas del Partido Republicano en la actualidad se tengan que presentar de manera soterrada, a escondidas, tratando de pasar debajo del radar de la opinión pública. Y es entendible, porque casi todas esas políticas atentan contra el bien común, de modo que no se pueden ofrecer de cara al pueblo ni se pueden explicar en detalle frente a los medios y a los electores. Más bien hay que actuar a la carrera, pasando leyes en el Congreso en el menor plazo posible, sin mucho análisis o debate, o tomando decisiones de gran alcance en secreto y en silencio. Dicho en breve: hoy la agenda de este partido no resiste la luz del día.

Hay demasiados casos para no detectar una forma de obrar deliberada. Empezando con el presidente que se hace elegir escondiendo su declaración de renta. O las estrategias del partido para impedir que las comunidades demócratas voten. Leyes que buscan entorpecer el acceso a las urnas a minorías de todo tipo. Por eso cerraron puestos de votación en Georgia por una supuesta escasez de inodoros, y pasaron una regla para obligar que los datos de la persona sean idénticos a su registro de votación,: lo cual no se presta para errores cuando te llamas John Smith, pero cuando tu apellido es de origen eslovaco o africano, cualquier imperfección impide tu voto. Son maniobras que buscan, en forma encubierta, el verdadero objetivo que los republicanos no se atreven a decir en voz alta: frenar el voto demócrata.

Todo lo hacen así. A escondidas. El presidente y su partido diseñan una reforma tributaria que busca, ante todo, enriquecer a los más ricos. Por eso la pasan a trancazos en el Congreso, sin análisis o debates con voces autorizadas. A diferencia de Obamacare, que se explicó en detalle ante la opinión pública durante meses, y hubo incontables debates y discusiones de parte de gente experta, la reforma de Trump se hizo en semanas, y fue tan descarada a favor de los ricos que en la pasada campaña electoral ningún republicano la mencionó siquiera.

Trump escoge a un candidato para la Corte Suprema, Brett Kavanaugh. Pero para que el Senado lo apruebe los republicanos esconden el 90 % de los documentos relacionados con la carrera del juez. ¿El 90 %? Menuda transparencia. Y cuando el FBI concluye su investigación acerca de las acusasiones de abuso sexual en su contra, los republicanos exigen que el informe sea entregado en mitad de la noche, mientras todo el mundo duerme. Y cuando el juez por fin es aprobado, su posesión se hace un sábado en la mañana, en una ceremonia privada sin la presencia de los medios y sus cámaras de la televisión. A escondidas. Fue tan vergonzoso el acto que después les tocó corregir rumbos y hacer otra posesión a la vista de todos.

Además de salirse del Acuerdo de París, cada día Trump firma decretos que eliminan reglas para proteger el medio ambiente. Y como eso va a envenenar las aguas del país y destruir zonas protegidas durante décadas, lo hace bajo la mesa, sin que muchos lo sepan, o aprovechando uno de sus escándalos cotidianos para que pocos lo noten.

Es patético que el partido en el poder tenga que actuar así. Haciendo todo a escondidas. Con vergüenza por sus propios actos y con temor a que la luz del día ilumine sus verdaderas intenciones.

 

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