Conjugar el verbo ganar jamás será consecuencia de la casualidad. Francia ha llegado por tercera vez, en cinco mundiales, a la final. Súmele el título de la Euro de 2.000.
Pero no se trata solamente de jugar bien al fútbol, tener un plan a largo plazo bien ejecutado y contar con los mejores jugadores. En ese sentido Bélgica y Holanda, por citar algunos casos, han tenido cerca la gloria. Pero un espejo ganador sobre el cual mirarse, bien aprovechado, puede marcar alguna diferencia.
La mejor figuración de Francia en mundiales, hasta 1982, data de 1958, cuando llegaron a semifinales. No se aprovechó la experiencia de Fontaine y compañía para hacer crecer el movimiento y solo fue hasta la década del 80 cuando se comenzó a escribir la verdadera historia ganadora de los galos.
Aquella generación de Platini, Battiston, Tigana, Bats y compañía dejó un gran sabor en los mundiales de España 1982 y México 1986, pero no pasaron de nuevo de las semifinales. Aquella camada fue campeona moral de dos mundiales y, eso sí, se quedó con la Euro del 84, poco premio para tanto talento.
Sin embargo, los que vinieron mejoraron la expresión ganadora. Zidane, Blanc, Trezeguet y sus amigos, incluido Deschamps, el capitán y hoy técnico del equipo que jugará la final el domingo, se miraron en el espejo de sus antecesores, jugaron igual de bien, pero supieron poner la cereza en el coctel, ganando el Mundial del 98 y la Eurocopa de 2000.
Ya en su ocaso, alcanzaron a jugar el partido decisivo en Alemania en 2006, en aquel adiós inesperado de Zidane, cabezazo a Materazzi incluido, que perdieron desde el punto penal con los italianos.
Y esta nueva camada, que se da el lujo de dejar un equipo, igual de bueno, conformado por los no convocados en la casa, ya se firmó en una final de Mundial, a pesar de su juventud. Tener en el banco al capitán campeón del 98 como entrenador, aprender de su experiencia y saber que si ellos pudieron, los de ahora también lo pueden lograr es todo un plus mental en un mundo deportivo tan competido en el que los pequeños detalles marcan las grandes diferencias.