Esperando a Duque

Armando Montenegro
26 de agosto de 2018 - 05:30 a. m.

Unos cuantos gobiernos, en forma acelerada y desde el mismo día de su posesión, impulsan profundas reformas legales, cuyo contenido diseñaron con anticipación. Este fue el caso de los famosos primeros cien días de Franklin Roosevelt que transformaron a su país. En Colombia se destacan también los gobiernos de López Michelsen y Gaviria, los cuales lograron importantes reformas económicas en sus primeros meses. La mayoría de las administraciones, en cambio, se toma cierto tiempo en organizarse y conseguir sus resultados iniciales. Sus primeras semanas se convierten, por lo tanto, en un período de reflexión y preparación, durante las cuales, en los foros públicos, se repiten y reafirman, de manera general, sus ideales y promesas. Este parece ser el caso del nuevo Gobierno de Colombia.

En las recientes asambleas gremiales y en los espacios periodísticos, los nuevos funcionarios han enunciado una vez más los grandes objetivos y propósitos del presidente Duque, y han discutido algunas ideas novedosas, pero, salvo por algunos proyectos aislados, no han aparecido todavía las iniciativas concretas y detalladas, en blanco y negro. Por lo que se sabe, pasará algún tiempo antes de que las podamos conocer. Varias razones pueden explicar este hecho.

(i) Es posible que las principales propuestas, convertidas en artículos de proyectos de ley y reformas constitucionales, todavía no estén listas, algo comprensible al comienzo de la mayoría de las nuevas administraciones. Hay que esperar, entonces, que sean redactadas, discutidas en el interior del Gobierno, aprobadas por el presidente y, más adelante, probablemente acordadas con el Centro Democrático y otros aliados. Mientras esto no suceda, el presidente no podrá salir a buscar el respaldo de otros partidos y las distintas fuerzas sociales.

(ii) El Gobierno no ha definido todavía el escenario político donde tramitará sus iniciativas. Aunque, con frecuencia, habla de un pacto nacional, no se sabe si dicho acuerdo se realizará en el seno del Congreso o, por lo que dicen algunos, en algún foro corporativo, con gremios, sindicatos y algunas iglesias. Columnistas como Eduardo Posada, señalando la centralidad del Congreso, sugieren que se dialogue con la oposición (a dichos diálogos, por supuesto, también deberían acudir los partidos independientes). Con razón, otros insisten en que Duque debe lograr, primero, el respaldo del Centro Democrático, un partido que a ratos parece que continúa en la oposición, desde el cual ya se ha disparado fuego amigo contra los ministros.

(iii) A lo anterior se suma el hecho de que el Gobierno no cuenta con mayorías parlamentarias ni mecanismos políticos definidos para relacionarse con el Congreso, un tema que ha suscitado numerosos interrogantes sobre la gobernabilidad de la nueva administración y su capacidad de conseguir resultados.

Además de las demoras y cierta incertidumbre, esta situación de indefinición acarrea algunos riesgos. Uno de ellos es que la iniciativa parlamentaria sea asumida por actores distintos a los del propio Gobierno, un hecho que ya se observó en la elección del contralor. Este también fue el caso de la propuesta del senador Uribe de elevar el salario mínimo, un proyecto de corte populista que no estaba dentro de las prioridades iniciales del gobierno Duque y, mucho menos, en las de su competente equipo de economistas.

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