¿Está en crisis la psiquiatría?

Columnista invitado EE
05 de junio de 2016 - 02:00 a. m.

Recientemente fue publicada una noticia en El Espectador (05/23/16) titulada: “Antidepresivos, la historia que ocultaron los laboratorios”, en donde se denuncia cómo algunas empresas fabricantes de fármacos antidepresivos falsearon los resultados de los experimentos hechos con estas substancias con el fin de ocultar sus efectos adversos, como la inducción al suicidio presentada en pacientes a quienes se le suministraron estos medicamentos.

Pero esto no es sino “la punta del iceberg”. El diario español El País publicó el 7 de febrero del presente año un interesante artículo sobre este tema y lo tituló: “La psiquiatría está en crisis”.

Esta crisis ha venido siendo denunciada en diferentes medios de comunicación, especialmente a través de un movimiento encabezado por el periodista del Boston Globe, Robert Whitaker, ganador de premios como el Investigative Reporters and Editors Book Award 2010, el George Pollock Award for Medical Writing, finalista en el Pulitzer y director de publicaciones de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard. Whitaker, en su libro Anatomy of an Epidemic (2011), denuncia cómo en EE. UU. las estadísticas demuestran que a raíz del comienzo del uso de antidepresivos, los diagnósticos de enfermedades mentales se incrementaron en forma exorbitante y por tanto la venta de antidepresivos.

Se preguntaba al comenzar su investigación en la década de los 80: ¿cómo es que en Nigeria y en India los pacientes esquizofrénicos se mejoran antes que en EE. UU. y se les medica menos? ¿Cómo es que la evolución de la esquizofrenia empeora después de que surgieron estos medicamentos en comparación a los años 70 cuando no había tanta medicación?

Plantea las siguientes cifras correspondientes a la salud mental en EE. UU.: en 1955 había en los hospitales psiquiátricos un total de 355.000 pacientes hospitalizados. En 1987, 1.250.000 pacientes estaban recibiendo pensiones por incapacidad debido a diagnósticos de enfermedad mental; en el 2007 la cifra subió a cuatro millones y en el 2015 a cinco millones. Es claro que esto no se puede explicar por el aumento de la población pues fue ostensiblemente menor que el incremento de los diagnósticos de enfermedades mentales. Whitaker llega a la siguiente afirmación: a más diagnósticos, más consumo de psicofármacos y por tanto más ganancias para las empresas farmacéuticas. Esto lo llevó a una nueva pregunta: ¿han aumentado los enfermos mentales en EE. UU. o han aumentado los diagnósticos? Interrogante preocupante si se analiza detenidamente desde el punto de vista de la ética médica.

A este último respecto hay que anotar que los diagnósticos psiquiátricos se hacen mayoritariamente ciñéndose al Manual de Diagnóstico de Enfermedades Mentales, o DSM. Este manual ha sido cuestionado por numerosos grupos de psiquiatras en el mundo hasta el punto que el doctor Allen Frances, profesor de psiquiatría en las facultades de medicina de Cornell y Duke y jefe del Comité de Tareas del DSM4 afirmó en su libro Saving Normal (2010) que este manual “se había convertido en una fábrica de dinero para las compañías farmacéuticas” y añadió que “el nuevo manual, el DSM5, podría crear docenas de millones de nuevos pacientes falsos positivos y que habría excesivos tratamientos masivos con medicinas innecesarias, caras y, a menudo, bastante dañinas”. Estas dos frases sintetizan la crisis.

Pero a mi manera de ver lo más preocupante es el uso creciente de psicofármacos en niños de edades en que el cerebro no se ha desarrollado completamente. A los infantes que antes se les llamaba “inquietos” ahora se les titula “hiperquinéticos” o con “déficit de atención”, y por tanto enfermos mentales a los que hay que suministrarles medicamentos durante meses o años, en última instancia para tranquilizar a los padres y a los profesores y de paso aumentar el consumo de psicofármacos, sin que se estudien debidamente las causas emocionales de los trastornos de conducta infantiles, generalmente motivados por conflictos emocionales en la vida familiar. Se pretende tapar el síntoma y no enfrentar sus causas.

Toda sociedad tiende a las modas y ahora la moda en la psiquiatría es el llamado “trastorno bipolar”. En mi experiencia profesional he tenido que ver diversos casos en que ha sido diagnosticado tal trastorno por el hecho que el paciente sufría frecuentes cambios en el humor. Se les dijo que padecían una enfermedad mental crónica y por tanto debían tomar psicofármacos el resto de la vida. Al investigarlos detenidamente pude observar que tal sintomatología era preferencialmente debida a estrés o a conflictos emocionales no resueltos, patologías cuyo tratamiento primordial es psicológico.

El enfoque terapéutico orientado al uso masivo de psicofármacos tiene múltiples causas además de las mencionadas. Una de ellas consiste en las dificultades que tiene el psiquiatra de entidades médicas, como las EPS, quienes deben atender un paciente en unos pocos minutos, tiempo en el cual es imposible afrontar un diálogo terapéutico para investigar las causas emocionales del trastorno, sino que se limitan a interrogar rápidamente los principales síntomas para luego formular un medicamento que los haga disminuir o desaparecer las quejas sintomáticas. Es como si a todo dolor se prescribieran analgésicos como único tratamiento. Se trata de una medicina deficitaria propia de un sistema de salud comercializado, muchas veces de carácter perverso.

A lo largo del mundo las alarmas están prendidas alrededor de esta crisis y se espera que su abordaje sea a través de un cambio humanístico tanto en los enfoques teórico-clínicos de esta ciencia como en la forma en que prestan este servicio las entidades médicas, para así evitar el avasallaje comercial que impera en la actualidad.

* Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina y Miembro Fundador de la Sociedad Colombiana de Psiquiatría.

 

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