Esta vez votaré sin miedo

Beatriz Vanegas Athías
22 de mayo de 2018 - 03:18 a. m.

Desde que recuerdo, es decir, desde hace como 35 años, he votado con miedo y por los que siempre han perdido y con ellos el país que habito. Del único voto que todos los días me arrepiento es de aquel que le di al nefasto Andrés Pastrana guiada por la confianza que entonces le dio nuestro nobel Gabriel García Márquez. Luego voté a Horacio Serpa para que Álvaro Uribe no ganara, pues ya se sabía  -gracias a las denuncias de la alcaldesa de Apartadó Gloria Cuartas- de sus andanzas macabras con las Convivir. Nuevamente me sentí derrotada. En el 2006, gracias a la modificación del “articulito”, el presidente de la “mano dura y el corazón grande” se hizo reelegir por encima del candidato y sabio Carlos Gaviria. Este era mucho personaje para un país que transitaba –y transita-- con el colonialismo de la Constitución de 1886. Y que acostumbraba a manifestarse con las prácticas del Frente Nacional.

Luego se reeligió el expresidente Uribe en el cuerpo de Juan Manuel Santos en el 2010. Fueron las elecciones de la “Ola verde” que subió y terminó dispersa en la playa triplicada por los nueve millones de votos que el país seguidor del hoy senador del Centro Democrático le puso. Voté a Gustavo Petro que en ese entonces era el candidato del Polo Democrático. Pero Juan Manuel Santos, con la certeza de pertenecer a la aristocracia bogotana que se concibe a sí misma como seres humanos mejores que el resto, se desmarcó de los modales poco finos de su patrón político e hizo lo que le vino en gana –incluso ganarse un Nobel de paz-- . Con esa promesa lo volví a votar porque tenía miedo que el autodenominado “Zorro” Óscar Iván Zuluaga, hiciera gobernar nuevamente al Patrón paisa en cuerpo ajeno, pero no era mi elección deseada Juan Manuel Santos.

Y así: aún los más lesionados por este remedo de democracia y aún a los más críticos nos ha correspondido votar para que no llegue éste o aquel; nos ha tocado escoger entre el malo y el peor. Y es el miedo el combustible que alienta nuestros proyectos de vida que sí dependen del presidente y los senadores y los representantes y los gobernadores y los alcaldes que elijamos.

En esta nueva coyuntura, que es distinta pero igual, también es el miedo y el desconocimiento de las historias personales y la de los otros lo que incentiva la voluntad de un electorado. Encuentra una las más disímiles incoherencias en intelectuales de pensamiento liberal que invitan a votar por el statuo quo que representan algunos candidatos y lo hacen con decepcionantes argumentos propios de sofistas, olvidando sus propias historias políticas. Encuentra unas comunidades LGBTI dispuestas a votar a las opciones de la derecha que reúne a personajes de probada homofobia. Encuentra una,  legiones de ciudadanos que han padecido la infamia de no poseer en toda su historia agua potable y un empleo bien remunerado pero votará a las opciones de Duque-Uribe y Vargas Lleras que “ahora sí” garantizan ese básico derecho. Encuentra una la mezquindad de una prensa radial y televisiva que nunca viaja a la Colombia periférica y por ello promueve la noción de que es utópico poseer una mejor salud, una educación gratuita, una industrialización cuya base sea volver a sembrar el campo al cual nunca se la ha realizado una reforma agraria seria sino infame, ejecutada por la guerrilla, los paramilitares y el narcotráfico. Encuentra una a los autodenominados de centro, con la decisión de votar en blanco en la segunda vuelta si su candidato no pasa, en una manifiesta tendencia hacia la derecha recalcitrante.

Pero esta vez es sin miedo y con contundencia;  sin considerar esos insulsos tópicos creados cual diccionario de la mentira: “populismo de derecha y de izquierda”-como si la llamada derecha estuviera proponiendo reformas-; “narcisismo y autoritario” –como si todos los que están en contienda no lo fueran cada uno en su estilo-“; “polarización”-como si estar cansado de ser los otros no fuera legal-“; “castrochavismo”-la bobería más boba-; “lucha de clases”-que sí existe, en Colombia se cuenta sola-“ .

 Esta vez votaré por la esperanza, esta vez votaré por una Colombia más humana.

 

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