Estamos en el mismo barco

Hace un tiempo observé con detenimiento una ilustración de un libro de economía en la que se veía con claridad un bote en el que estaban dos personas, cada una a los extremos. Una de las personas veía con asombro y algo de burla cómo el otro luchaba por sacar el agua del bote pues se hundía. El otro por su parte gozaba de su fortuna por no estar del lado que se hundía. Parece obvio que la ilustración tenga todo el sentido. Sin embargo, en algunas organizaciones (Estado, empresas privadas y públicas, entidades sin ánimo de lucro, entre otras) esta imagen se traslada a la realidad. Si se tiene un objetivo trazado y además se ha divulgado, entonces ¿por qué se sigue insistiendo en objetivos individuales en lugar de aportar con ellos a los objetivos comunes de las organizaciones?

En efecto, cuando se trabaja en pro de un objetivo común los resultados son los derivados del esfuerzo que se le impregne a cada tarea individual en pro de la colectiva. Dice el adagio popular que una golondrina no hace verano. En las organizaciones no solo un colaborador o líder es quien lleva a la organización al éxito. Cumplir o mejor sobrepasar los objetivos de crecimiento debe ser el resultado del trabajo en equipo y además colaborativo. Así las cosas, en lo económico y social es mejor estar enfocados en un objetivo común y en este contexto el sentido común debería indicarnos que la mejor manera o forma de ser exitosos es trabajando en equipo.

Las grandes organizaciones, sobre todo las empresas globales y de mayor capitalización bursátil o las de mayor valor para sus accionistas, tienen cosas en común. Una de ellas y a mi gusto la más importante es que gozan de una excelente reputación en el mercado producto de los bienes o servicios que ofrecen. Seguramente una idea genial llevó a estas organizaciones a ser lo que hoy día son. El resultado de poner en marcha esa idea seguramente requirió la participación no de quien la ideó sino de un equipo de trabajo en donde alguien diseñó, otro planeó, otro ejecutó. El punto es que en ninguno de los casos y por más que pareciera siempre hubo un equipo de trabajo dedicado y enfocado a un objetivo común.

Otra característica de las grandes y mejores reputadas compañías globales es que su equipo de trabajo está comprometido con el objetivo grupal por encima del individual. Lograr tener una cohesión del equipo de trabajo es fundamental en pro de ese objetivo común: hacer que la organización siga creciendo y de manera sostenible. Pero si pareciera obvio, entonces cómo se logra persuadir a los integrantes de cualquier organización por estar o por enfocarse en pro del objetivo común. Este es el principal interrogante que deberían plantearse los líderes de estas organizaciones. Lo primero que hay que hacer es establecer indicadores de gestión colectivos y derivados de ellos establecer indicadores individuales. Establecer metas individuales que primen sobre lo colectivo generará no solo competencia interna donde no la debe haber, sino que estimula comportamientos que podrían ir en contra de los valores de una organización. En palabras sencillas, si se establecen metas de ventas individuales el éxito de la compañía en cumplir su meta de ventas no será la suma de las metas individuales.

Así las cosas, es necesario que cualquier tipo de organización establezca una planeación estrategia y derivado de ello se establezcan metas de organización y no de cada individuo. En el caso de los Estados, si un líder de gobierno busca sus propios objetivos seguramente los logrará, pero ¿qué tan significativos son esos logros para el objetivo del Estado? Esa es quizá la pregunta que deberían estar haciéndose los funcionarios de los Estados. Estoy convencido de que si se inicia por ahí estaríamos empezando a pensar de manera estratégica en la constricción de Estados perdurables y sostenibles. Del mismo modo se aplica para las empresas. Cuanto más se premie el trabajo colectivo por encima del individual, seguramente mejores y más empresas perdurables tendremos.