¡Estamos mamados!

Santiago Montenegro
17 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

Un creciente número de colombianos estamos mamados con la polarización, los insultos, las amenazas. Estamos mamados con la quejadera y el negativismo de muchos analistas y comentaristas. Sí, también estamos mamados con el aterrizaje que pretende hacer la política de la identidad en Colombia, alimentando el populismo de la extrema izquierda y de la extrema derecha. Como en otros países, se pretende hacer política bajo la fórmula amigo-enemigo y se aspira a utilizar la turba y la movilización callejera para reemplazar la democracia y la justicia. Mucha gente está mamada con esto y quiere actuar para cambiar estas tendencias. Algunos también dicen que tenemos que hacer algo porque, si no lo hacemos, el chavismo se tomará el Estado en 2022. No creo que esta sea una razón para actuar y tampoco creo en la validez de esta hipótesis, porque a lo largo de nuestra historia hemos desarrollado anticuerpos contra los extremos y porque esos grupos tienen una tendencia grande a su autodestrucción, a odiarse entre ellos y a cobrarse cuentas al mejor estilo pandillero, como hemos visto en los últimos días.

No. Tenemos que actuar por la vía positiva, planteando salidas a problemas serios que nos aquejan. En las últimas semanas he tenido la oportunidad de interactuar con personas de diversos sectores y regiones y de diferentes orientaciones políticas e ideológicas. En varios congresistas de las nuevas generaciones, de todos los partidos y de todos los grupos políticos, encuentro una gran preparación y un interés genuino en trabajar por la solución de los grandes problemas del país, con un espíritu de construcción de acuerdos con partidos y grupos opuestos. En reuniones en centros de investigación y en tertulias, que reúnen a políticos y académicos, he visto ese mismo espíritu de colaboración. Analistas y académicos, que reconocen su responsabilidad en haber exacerbado la polarización, manifiestan su hastío por la crispación y la división, y plantean la necesidad de deponer las armas y estar dispuestos a ayudar al Gobierno a sacar adelante varios de sus programas. Empresarios de todo el país muestran también su hastío por la polarización y la conflictividad, y plantean la necesidad de alcanzar acuerdos para estimular la inversión y la generación de empleo formal de calidad.

Nadie puede dudar que estos son los mismos propósitos del presidente Duque. Llegó con un genuino interés en reconciliar a los colombianos. Por primera vez en la historia, dio un 50 % de participación a las mujeres en su gabinete y ha nombrado a muchas más mujeres y a muchos jóvenes en todos los niveles de la administración. En ese espíritu de reconciliación, ha nombrado o ratificado a muchos funcionarios de la administración anterior en su propio Gobierno. No ha gobernado con espejo retrovisor, pese a que encontró una enorme cantidad de problemas, muchos de ellos de extrema gravedad. Puede que existan legítimos desacuerdos en la forma de hacerlo, pero es un clamor de todos la necesidad de acabar con la corrupción, la mermelada y los cupos indicativos.

Pese al ruido y la niebla, vislumbro así la constitución de un nuevo centro que busca no enfrentar sino unir a los colombianos, no mirar tanto al pasado como hacia el futuro, no exigir sino proponer, no destruir sino construir. Me entusiasma descubrir que este espíritu es compartido por un creciente número de colombianos de todas las tendencias y regiones.

 

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