¿Están los jóvenes preparados para el posconflicto?

Columnista invitado
07 de mayo de 2015 - 04:00 a. m.

SI BIEN EL PROCESO DE NEGOCIAción con las Farc acumula ya un par de años, la mirada de los jóvenes sobre el mismo debería de ser un asunto prioritario de cara a un posible posconflicto.

La muerte reciente de los soldados en una ataque de las Farc, llenó las redes sociales de comentarios enardecidos en contra del proceso de paz, la mayoría escritos por personas al parecer de poca edad, cargados ellos de mucha emotividad y de muy escasos argumentos.

Mirado desde el punto de vista positivo, el asunto evidencia que los jóvenes otrora desentendidos de la realidad nacional, al menos se están acercando a ella así sea virtualmente. Sin embargo, mirado desde el ángulo opuesto es un poco desilusionador el panorama pues los jóvenes, sobre quienes se cimenta la esperanza de una nueva Nación, ya sin la excusa del conflicto con los grupos alzados en armas, no parecen tener el criterio para afrontar el reto que les impone esta sociedad.
Pero no solo en las redes sociales se evidencia el asunto. Recientemente asistí en Medellín a la Cátedra Abierta, un espacio de reflexión del programa Paz y Reconciliación de la Alcaldía de Medellín, que lidera el trabajo con la población desmovilizada de grupos armados. Este evento, realizado en algunas instituciones universitarias, busca compartir la experiencia a lo largo de una década aproximadamente, y en él confluyen la mirada de “reintegradores” que acompañan a los exmiembros de los grupos en su regreso a la legalidad, académicos y expertos y alguno de los P.P.R. (Persona en Proceso de Reintegración) que testimonia su vida antes, durante y después de su retorno a la legalidad.

En la última cátedra, cuando intervino el público –mayoritariamente joven— hubo muestras que evidenciaban poca favorabilidad hacia este tipo de propuestas. “¿En qué se basa para referirse a los que hacen la violencia como ‘personas’?”, preguntó una chica que rozaba los 20.

Dicha inquietud evidencia, entre otros, cierto sesgo de resentimiento o de menosprecio frente a los exmiembros de los grupos armados, sin tener en cuenta precisamente —como queda demostrado en estos eventos— que la mayoría de quienes se “reintegran” muestran arrepentimiento y deseos de volver a estar dentro de la sociedad y la legalidad.

Quien formuló dicha inquietud es una chica, que podría ser cualquiera de los millones de jóvenes que pueblan este país. Una generación que nació a la sombra de un lenguaje que se transformó en el mundo después del 11 de septiembre de 2001, cuando las acciones de los grupos al margen de la ley se redujo y se etiquetó como “amenaza terrorista”, borrando de tajo sus luchas y reivindicaciones y sin tener en cuenta el contexto político, económico, cultural en que se han desarrollado los conflictos.

El Gobierno nacional, adportas de terminar un proceso de negociación con las Farc y seguramente iniciar otro con el Eln, debería comenzar, de la mano de la academia, campañas pedagógicas que les ayuden a entender a los jóvenes qué ha ocurrido en Colombia a lo largo de su vida republicana, las guerras intestinas que hemos soportado, los aciertos y fracasos de sus procesos de negociación con grupos armados, y por tanto lo que está en juego con los que se avecinan.

En el año 2002, uno de los más sangrientos de Colombia por la disputa entre paramilitares y guerrilleros, fui becario del Diplomado Periodismo Responsable en el Conflicto Armado, liderado por la fundación Medios para la Paz. Como parte del mismo, tuvimos la presencia del periodista yugoslavo Zlatko Dizdarevick, quien cubrió la guerra entre bosnios y croatas en los años noventa, y él, que dijo interesarse por la salida a nuestro conflicto, mencionó una frase que tiene la contundencia de una catedral: “Colombia solo alcanzarán la paz, el día en que entiendan que los miembros de las Farc también son colombianos”.

Aplica, jóvenes, aunque cueste, para todos los miembros de grupos armados.

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