¿Están oyendo?

Nicolás Uribe Rueda
15 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

La movilización ciudadana reciente entre nosotros tiene, a mi juicio, una composición y explicación diversa que debe entenderse integralmente y ser analizada en su complejidad.

En ella está presente un grupo de ciudadanos indignados que, de manera legítima y auténtica, encontró en las marchas una válvula de escape a su malestar por cuenta de la distancia que existe entre la realidad y sus aspiraciones. Se trata de una expresión solidaria, intempestiva, diversa y amorfa, de comprensión y compasión con quienes en nuestro país parecen soportar muchas cargas y recibir pocos alivios de nuestras instituciones y del modelo económico imperante. Es un movimiento lleno de empatía con el otro y con la naturaleza que, cansado de repetir silenciosamente sus demandas, encontró la oportunidad de subir el volumen a sus inconformidades y anda empeñado en ser oído de una vez por todas.

Sin duda, están también presentes el movimiento sindical y el movimiento estudiantil con sus demandas de grupo de interés, que tienen tradición callejera y son expertos en organizar marchas y movilizaciones. Sectores que han visto pasar gobierno tras gobierno a través del prisma de su pliego de peticiones. Encontramos asimismo a quienes, por interés electoral y convicción política, vieron en esta una oportunidad adicional para el ejercicio de la oposición y pasan factura al Gobierno por lo divino y por lo humano, mimetizándose y hábilmente aprovechándose de una ciudadanía indignada a la que no representan y que, sobre todo, está harta de los políticos de turno y su cotidiano oportunismo.

Y en nuestro contexto, sería infantil ignorar y minimizar la presencia de poderes oscuros, que desde Colombia y desde el exterior están interesados en desestabilizar al Gobierno y a nuestras instituciones para alcanzar sus propósitos criminales.

Ahora bien, es menester entender que, aunque el Gobierno es el primer respondiente de todas las demandas, no es el único llamado a comprender la nueva dimensión y los efectos de una ciudadanía indignada, activa y empoderada por las nuevas tecnologías. Basta ver las encuestas de las últimas semanas y lo variopinto de las demandas ciudadanas para darse cuenta de que están pasando al tablero no solo al gobierno del presidente Duque sino también a su oposición política; y a las cortes, al Congreso, a los partidos, a los sindicatos, a los organismos de control, a la clase empresarial, a los medios de comunicación y hasta a los opinadores profesionales. Todos, sin excepción, están contaminados por una imagen desfavorable y el deterioro progresivo de su credibilidad. Es decir, para plantearlo con franqueza, la gente empoderada está hoy mamada del establecimiento en su conjunto y es el establecimiento el que debe reaccionar y empezar a responder, a canalizar institucionalmente el descontento.

El Gobierno, con buen criterio, abrió rápidamente una conversación nacional para repensar los principales problemas nacionales y trabajar en potenciales soluciones. Pero, los demás, ¿están oyendo? ¿Se han dado ya por aludidos? ¿Se dan cuenta de que es también con ellos, y principalmente contra ellos? Se equivocan, a mi juicio, quienes creen que la indignación es pasajera y que es exclusivamente antigobierno.

@nicolasuribe

 

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