Están por ahí, andan escondidos…

Columnista invitado EE: Juan Pablo Ferro*
24 de marzo de 2021 - 09:33 p. m.

Hay quienes viven de analizar las causas de nuestra violencia. Y lo han hecho durante décadas. Son los mismos que nos vaticinan –diría yo que no sin razón– una inminente y nueva ola de violencia, cuyas manifestaciones encuentran en diversos fenómenos que nos están rodeando. A ellos agradezco, pues me confirman la desigualdad nacional crónica, las violencias regionales, los bandazos gubernamentales interiores y exteriores, los esfuerzos de la dupla de lo privado-público que no despegan, los amiguismos, los favoritismos y la meritocracia y una incapacidad probada en muchos aspectos.

Otros escriben, opinan, balbucean, hablan sin conocimientos sobre el esfuerzo por detener esto que llaman guerra (o conflicto armado, pues hoy sí parece estar permitida esa denominación), expresada en una interminable cadena de múltiples violencias, que comenzó en los cincuenta, o en los cuarenta o antes del siglo XX o con la llegada española, o no se sabe ya cuándo. Repito, les agradezco. Eso me ha permitido, en parte, poner los pies sobre la tierra.

Sin embargo, igual debo decir que con ello se ha caído en una trampa mortal: poner al país a pensar todo desde la guerra. Esa –que no pareciera una manera de vernos tan descabellada, sobre todo si nos atenemos a tanto disidente, tanto cartel, tanto Golfo, tanto narquito no identificable, etc., etc.– es la nueva trampa propuesta, repito, por quienes nos están gobernando.

Ahora, otra vez, solo navegamos en la violencia. En las máquinas de guerra. En las propuestas de seguridad que salen de los pasillos del Palacio; en las declaraciones confusas manejadas por expertos poco reconocibles y que nos impiden ver nuestra realidad con una óptica distinta a la de: esto se explica en las múltiples violencias. La guerra, única culpable.

Hace un poco más de cinco años, Colombia había tomado la opción de pensar un futuro desde otra óptica. En realidad, en ese momento sentí un alivio. Habíamos logrado, entre otras cosas, desterrar de las informaciones cotidianas tanto soldado en la selva persiguiendo a los perversos, tanto policía arrancando a punta de fuego matas de coca, tanto periodista o abogado visitando en la ciudad a delincuentes encarcelados y moralmente condenados (a los que hoy tenemos que creerles lo que dicen). La prueba: porque ellos estuvieron, aseguran. Porque lo vieron, afirman. Porque yo le oí decir a este o aquel… “y entonces, señor juez, debe creerme”.

Pena reducida, mucha pena reducida.

Pero lo más grave, y la historia así lo juzgará, es que nos llevaron, por acción u omisión y, nuevamente, a pensar todo y como solución en un tono, con lenguaje guerrerista. Están escondidos, destacan nuevos enemigos y trazan con cuidado lineamientos.

Y entonces, así, en Colombia todo de nuevo es guerra. Cómo será que, como ejemplo, ni siquiera tienen eco las bien intencionadas explicaciones del director del nuevo sistema público de información, el comunicador Álvaro García.

Pero en realidad, lo que dicen que vale la pena es este o aquel perfilado escuadrón (en Nariño, en el Valle, en Putumayo), que persigue (no sabemos bien qué), un acto que se repite y repite el Ministerio de Defensa tras toda acción mortal o de masacre. O también nos hablan de los fiscales regionales, veloces en confirmar que fue un acto de violencia demencial (de disidentes o narcos o de lo que sea). La respuesta de la fuerza, como única opción a lo que nos está pasando… La no salida. La violencia mandando en nuestras mentes.

O quizás puede llegar a interesarnos lo que diga el paradigma del siglo XXI, Arturo Calle, o este señor de la Andi (al que vale la pena recomendarle que mejore el backstage, el telón trasero). Porque, se asegura, el sector privado nos salvará en esta otra guerra (y entonces vuelve y lo repite el BID). Y nos hacen sentir un alivio cuando sabemos que en abril les darán la posibilidad de vendernos la vacuna, “para acabar con esta ineptitud (de lo oficial y lo estatal)”, y combatir en esta otra guerra.

La trama: guerra –que otrora fue negada–, traducida en bala (física y mental)… Desprecio en lugar de potencia por la vida. ¡Sacudámonos!

Entonces se vienen a la cabeza tantas explicaciones, entre ellas las de otros analistas que también nos llevan al borde de la guerra. Y así, sin darnos cuenta, solo nos queda la esperanza de que en otro tiempo logremos que nos ronde en la cabeza una lógica distinta a la de guerra.

Alguna vez me preguntó Antonio Caballero en qué creía yo que estaba el gran problema de Colombia. En el coco, le respondí; hoy volvemos a estar enfermos en la cabeza, de violencia.

Y lo peor es que alrededor hay conductores (de noticias) que nos han dejado, por acción u omisión, otra vez en la lógica de explicarnos y re-crearnos la vida a partir de estas inagotables guerras.

A los que las practican, la historia les tomará la lección y les preguntará si lo hicieron en acción o por omisión. Están por ahí, sin sentido moral. Unos andan agazapados y, los estratégicos, ¡bien escondidos!

Nota final: Para pensar esta propuesta con más argumentos probados en la historia, recomiendo la lectura del libro de Mauricio García Villegas, “El país de las emociones tristes”.

* Juan Pablo Ferro es coordinador de la Maestría en Periodismo de la Universidad del Norte.

Por Juan Pablo Ferro*

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ERWIN(18151)25 de marzo de 2021 - 11:20 a. m.
asi mismo ... la paz no le sirve al centro demoniaco(a uribe) .. el vive de eso .. tiene muchos "pendientes" .. necesita esa fatal distraccion ,para el pasar de agache .. hasta cuando?muerto el perro,muerto la rabia .. tantas vagabunderias .. tantos muertos inocentes .. disfrazados .. tantos ...
James(98616)25 de marzo de 2021 - 04:13 a. m.
ENGENDRO DEL MAL HIJO DE SATANÁS SE DEFINE AL CARNICERO FASCISTA NARCO PARACO TRAQUETO ASESINO ÁLVARO URIBE VÉLEZ ENEMIGO # 1 DE LA SOCIEDAD, LA JUSTICIA, LA JEP, LA PAZ, LA VERDAD, DE LA INFANCIA Y DE LOS POBRES. URIBE VÉLEZ CON ABOGADOS CORRUPTOS, FISCALÍA Y PROCURADURÍA CORRUPTAS TRATA DE QUEDAR PARA LA HISTORIA COMO UN SEPULCRO BLANQUEADO.
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