Conozco a la periodista María Elvira Salazar desde hace años y le tengo un aprecio sincero. Ella me entrevistó para su programa de TV un par de veces y hemos hablado sobre la situación política de Colombia y América Latina a menudo.
Sin embargo, desde que ella ingresó en la política (hoy es congresista), se matriculó de lleno en el Partido Republicano y se volvió una defensora a ultranza de Donald Trump, me he alejado. Y más ahora que hizo un video criticando a Twitter y otras redes por cancelarle la cuenta al expresidente, diciendo que eso es censura, y anunciando en tono alarmista que así comienzan las tiranías de izquierda, como las de Fidel y Maduro.
Es desconcertante esa posición. Sobre todo, en una periodista veterana. Muchos creen esa burrada y políticos destacados en Colombia la apoyaron y repitieron, reflejando una profunda ignorancia de lo que es la libertad de expresión. Como les enseñan a los estudiantes de primer semestre de Periodismo, este derecho no es absoluto. Tiene límites (varios, inclusive), entre ellos proteger a la ciudadanía, y quien incite a la violencia verá limitada su expresión. Si yo escribo un artículo que incluye un plan detallado para asesinar a una figura pública, me lo van a rechazar. ¿Eso es censura? No. Es el director del medio obrando en forma responsable. Un caso muy famoso es el del fulano que grita en broma: “¡Fuego!”, en un teatro lleno de gente. Si un policía lo amordaza, no le está restringiendo la expresión ni lo está censurando; está tratando de salvar a la multitud de morir aplastada en medio del pánico colectivo. Twitter toleró sin pestañear cuatro años de opiniones lunáticas de Donald Trump, incluyendo insultos, descalificativos, noticias falsas y mentiras descaradas (en eso, nos guste o no, consiste la libertad de expresión), pero sólo le cerró la cuenta cuando su discurso incendiario llevó a un hecho violento y sin precedentes: el sangriento asalto al Capitolio de la nación que dejó un saldo de cinco muertos y docenas de heridos. Eso no es censura. Es acatar la ley. Además, ¿acaso Twitter le prohibió al presidente expresarse libremente? Apenas le dijo que no le va a brindar su red para que él incite a la violencia. Si quiere y puede, que use otras. Trump, sin duda, podía acudir a otros medios, tal como en efecto lo hizo. Y creer que el presidente de la potencia mundial carece de acceso a los medios de comunicación es simplemente ridículo.
En los últimos años ha surgido una paranoia en EE. UU. de asociar el menor giro a la izquierda con nada menos que un abrazo al comunismo. Las medidas, políticas y decisiones más inocuas, que en los países más avanzados de Europa son vistas como apenas obvias y elementales, en EE. UU. provocan aterrados alaridos de “¡Comunismo!”. Trump atizó esos miedos en la pasada campaña electoral, llamando a Biden un “socialista radical”. Lo cual era previsible en quien, durante cuatro años, espoleó y agitó a su base popular inflamando el pánico a terceros: la “invasión” de centroamericanos (una fila de gente con hambre que intentaba llegar a la frontera), China y hasta los aliados más inofensivos y tradicionales, como Canadá. Pero que alguien con la trayectoria de María Elvira Salazar fomente esa paranoia es desalentador.
Ella afirma que quienes tienen el poder (los dueños de Twitter, Facebook, etc.), si no les gusta lo que dices, te callan y eso es censura. No es cierto, María Elvira. ¿Hay un solo caso de que eso sea así? ¿Alguna de estas plataformas ha silenciado a una sola persona porque discrepan de su opinión? No. Toman medidas, como debe ser, cuando las personas infringen las normas establecidas en el contrato de suscripción. Esos medios no están condenando ideas ni silenciando opiniones, sino impidiendo que sus plataformas sean utilizadas para promover actos de intolerancia y violencia. Los republicanos se ufanan de ser defensores de la ley y el orden. Pero cuando su jefe de partido, en un discurso histérico, incita a masas racistas y de extrema derecha a nada menos que tomarse por asalto el Capitolio nacional, vandalizando oficinas, robando computadores y ocasionando la muerte a ciudadanos, eso lo callan o justifican. Es una vergüenza. Entonces pregunto: ¿qué habría pasado si hubiera muerto una sola persona, tras atacar el Capitolio, por culpa de un discurso pronunciado por Obama? Su reacción, con toda razón, sería energúmena.
Esa gente cree que Trump no actuó como un irresponsable, sino que es una pobre víctima de la censura. Y María Elvira advierte, en aquel tono apocalíptico, que así comienza el totalitarismo. Lo cual es irónico. Porque ella defiende, en teoría, la democracia, escudándola de las dictaduras de izquierda, pero no ve que está apoyando al individuo más totalitario de todos, una especie de dictador de la peor estirpe, que juega sucio, que no acepta los resultados electorales, un pésimo perdedor que intenta callar a la oposición y llama “enemigo del pueblo” a todo medio crítico con su mando. ¿Cómo puedes defender eso, María Elvira, siendo periodista?
Terminas tu video diciendo que deseas escuchar otras opiniones. Bueno, pues esta es la mía. Lamento que estemos en bandos opuestos, pero defender los excesos de Trump y tolerar sus actos incendiarios es ser cómplice de los mismos. Y esa mancha acompaña toda la vida.