Europa en su laberinto

César Ferrari
18 de abril de 2018 - 10:00 a. m.

Europa nos legó la civilización occidental y cristiana, la democracia y la economía de mercado, los estados nación y el estado de bienestar. De Europa nos llegó el renacimiento, la ilustración y el racionalismo y de ella aprendimos los principios de libertad, igualdad y fraternidad acuñados por la revolución francesa.

Europa nos dio también muestras de la barbarie moderna, del racismo y de la segregación que eclosionaron en las dos guerras más terribles que han asolado a la humanidad; guerras que ya no fueron locales, sino continentales y, luego, mundiales.

Después de la Segunda Guerra, Europa nos volvió a mostrar lo mejor de sí: que el entendimiento, la reconciliación y la integración entre antiguos enemigos era posible, que la construcción de una paz duradera no era utópica, que la reconstrucción y los milagros económicos eran posibles; cuestiones muy a propósito que deberían aprenderse en Colombia.

Ello fue posible por el hartazgo de los europeos por las guerras, su deseo de recuperación y su capacidad institucional que la guerra no destruyó, pero también por el liderazgo de visionarios como Robert Shuman, Alcide De Gasperi, Jean Monnet y Konrad Adenauer que creyeron, convencieron y lucharon por la integración de los pueblos europeos. De allí nacieron la Unión Europea de los 28 países y, más adelante, la Eurozona de los 19 países.    

Pero nada es permanente y estable. La Gran Recesión mundial 2008-2009 produjo niveles de desempleo elevadísimos en todo el continente y de depresión en Grecia, España, Irlanda, Portugal y en el sur de Francia e Italia. Con el desempleo cayó el ingreso de la población y cuando los gobiernos intentaron paliarlo aumentando el gasto fiscal, los bancos les recordaron que no era posible seguir endeudándose y que era necesario ajustar la economía. De tal modo, a la caída del ingreso privado se le juntó la desprotección del Estado como consecuencia del desmantelamiento del estado de bienestar.    

Así, las clases medias y populares vieron decrecer su calidad de vida y aumentar su incertidumbre sobre su futuro. Ello las resintió; más aún, cuando conocieron que hubo dinero para evitar la quiebra de los bancos pero no para evitar su quiebra y la pérdida de sus viviendas. Y culparon a los políticos, a los partidos y a los tecnócratas que los acompañaron del fracaso de la economía y de gestionarla al margen de los intereses generales.

La crisis social y la crisis política fueron las consecuencias naturales, y con estas el cuestionamiento de la democracia representativa. Sus mecanismos fueron  incapaces de velar por los intereses generales: el gobierno de la democracia había sido sustituida por el gobierno de la tecnocracia.   

Parte del rencor popular ha sido canalizado a través de la extrema derecha, fundamentalista, xenófoba, racista, segregacionista, incapaz de aceptar la diversidad, todo lo contrario de la proclama de los revolucionarios franceses y de la esencia europea. Con ello ha incrementado sus resultados en las elecciones. Ocurrió también después de la primera guerra y la imposición a Alemania de un Tratado de Versalles expoliador. Entonces, el nazismo se tomó el poder en Alemania y el fascismo en Italia, y con sus pretensiones de superioridad y sus exigencias de espacio vital llegó la segunda guerra mundial con sus millones de muertos y la destrucción europea.

Esa extrema derecha comienza a reclamar gobiernos, por ahora solo en Polonia y Hungría; casi lo logra en Austria y Bélgica, y se fortalece en el resto de Europa. Por su parte, en Francia un outsider es el nuevo presidente, en Alemania  el social cristianismo y la social democracia lograron un acuerdo de gobierno después de una interinidad gubernamental totalmente inusual de casi seis meses. Y en España, Italia y Grecia han emergido movimientos anti-establishment: Podemos, Ciudadanos, 5 Stelle y Syriza, los dos primeros en España, el tercero en Italia, vencedor en las últimas elecciones del 4 de abril, y el cuarto, que ya es gobierno, en Grecia.

Todo esto teniendo como vecina a una Rusia cada vez más autoritaria, que reclama su influencia perdida en el este europeo y una mayor participación en las decisiones mundiales para lo cual juega a debilitar a Europa y a Estados Unidos; por eso manipuló el referéndum en favor del Brexit y las elecciones estadounidenses para colocar en la Casa Blanca al más incapaz. Por eso, para no confrontar a Rusia que apoya al gobierno sirio, los pasos tímidos  que todos dan con respecto a Siria, su guerra y sus matanzas. Teniendo también como vecina a una República de Turquía cada vez más cercana a Rusia y cada vez más autoritaria, distante del legado de su fundador Kemal Ataturk.

Muchos son los reclamos de los europeos: la reconstrucción del Estado de bienestar, la mejor regulación de los bancos y de las grandes empresas, la mayor consideración sobre el medio ambiente y, en particular, la necesidad de sustituir la actual democracia representativa por una democracia más directa, más participativa, que asegure los intereses generales sobre los particulares. Esto último va tomando forma: 5 Stelle, por ejemplo, reclama ser el único movimiento político en el mundo que ha construido su plataforma de gobierno, una combinación de neo keynesiasmo con economía circular, economía verde y respeto a la integración y a las organizaciones europeas, a las que, sin embargo, quiere ver menos tecnocráticas, a partir de la participación directa de los ciudadanos a través de Internet. Europa, una vez más, no deja de sugerir nuevos rumbos. ¿Aprenderemos de ellos en estas latitudes?  

* Ph.D. Profesor titular, Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Economía.

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