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Excursiones virtuales

Julián de Zubiría Samper
04 de agosto de 2020 - 05:01 a. m.

Eduardo Galeano señala que, aunque soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948, sin él, los demás no existirían. También Tolkien, autor de El Señor de los Anillos, en su Ensayo Sobre los Cuentos de Hadas defendía la fantasía como el camino que nos ayuda a transformar la realidad. Diana Uribe profundiza en esa idea cuando en un reciente podcast, y a propósito de la pandemia, nos dice que es el cuerpo el que tiene que guardarse, pero ni la mente ni el espíritu están confinados.

Traigo a colación el poema de Galeano y las reflexiones de Diana Uribe y Tolkien, para contextualizar una propuesta que quiero hacer a todos los colegios del país, en estos tiempos que hemos tenido que seguir confinados para cuidar la vida. Se trata de una idea que está en curso en el Instituto Alberto Merani desde hace algunas semanas y que queremos hacer extensiva a los profesores, estudiantes y directivos: ¡realizar excursiones virtuales en todos los colegios del país! Soy consciente que no todos podrán viajar porque la pandemia nos ha evidenciado que dos de cada tres estudiantes de los colegios públicos carecen de acceso al ciberespacio. Como sociedad, tendremos que convertir la conectividad en parte del derecho a la educación y no en un privilegio al que solo podemos acceder algunos. A pesar de ello, creo que no hay que perder la oportunidad de invitar a la mente a recorrer los lugares a los cuales siempre ha querido viajar. También estoy convencido de que la ilusión puede actuar como un importante protector emocional para niños y jóvenes, así como de alimento para la esperanza. Sigue haciendo falta sembrar esperanza para vivir en un país como este y, dadas las circunstancias actuales, en un mundo que ha tenido que pasar la mayor parte del año en cuarentena: ¡La dificultad puede convertirse en una grata oportunidad!

Acompañé excursiones de estudiantes a Caño Cristales en la Serranía de La Macarena, lugar que por décadas tuvo colonos, coca y guerrilla. Por esta razón, la asistencia de público estuvo vetada por largo tiempo. Hoy, gracias a algunos avances que han tenido los acuerdos de paz, es una reserva que desearían conocer la mayoría de seres humanos del planeta. En el caso del Instituto, hay un curso que seleccionó este destino. Muchos lo consideran como el “Río más hermoso del mundo”, por sus aguas transparentes que dejan ver sus algas verdes, moradas, azules, rojas y amarillas; pero muy especialmente, porque en sus suelos se entrecruzan “mil colores”. Es un río tan pequeño que los lugareños llaman caño, pero que expertos viajeros como Andrés Hurtado, lo consideran el lugar más hermoso del planeta.

También participé de otra excursión con estudiantes en Ciudad Perdida, un antiguo poblado Tairona, que estuvo escondido varios siglos y que fue descubierto accidentalmente por guaqueros en 1973. Para poder llegar a la cima después de tres días de caminata, debemos recorrer un largo camino en el que llueve 25 horas al día y atravesamos varias veces el mismo río. Aun así, la tranquilidad y magia que se respira, ameritan el esfuerzo.

Las excursiones virtuales están siendo pensadas para cultivar esperanza y cohesionar los grupos. Un grupo de niños de 9 años lo ha expresado con estos bellos términos: “Viajaremos para encontrarnos”. Tenemos una oportunidad de romper las barreras que nos imponen hoy el tiempo y el espacio porque la mente, rebelde siempre por naturaleza, no deja de fluir, de imaginar, de proyectarse. Así por ejemplo, algunos grupos del colegio quieren caminar por la Bogotá de comienzos del siglo XX, mientras que los más pequeños van a pasear por el sistema solar y otro curso ha elegido conocer el mundo de “El principito”.

A través del espacio virtual, los jóvenes colombianos podrían visitar los lugares más recónditos, lejanos, costosos y de difícil de acceso. La red les permitiría interactuar con personas de dichos lugares, apreciar su música, su religión y sus templos. También caminar sus calles, museos y parques; conocer sus historias, costumbres, mitos y culturas.

Diana Uribe nos cuenta que Edgar Allan Poe conocía todas las calles de París sin haber pisado nunca los Campos Elíseos, sin haberse parado frente a la Torre Eiffel, sin navegar nunca por el Sena. La mente tiene un poder infinitamente superior al del cuerpo para subir montañas, desplazarse en el tiempo y movilizarse por lugares extraños; y lo puede hacer, en tiempos casi instantáneos.

Viajar nos permite comprender que las ideas que tenemos son solo algunas de tantas. Que las religiones, costumbres y culturas son diversas, y que, las prácticas, los valores y las representaciones del mundo, han variado a lo largo de la historia. Eso es esencial para formar un pensamiento relativista, condición para cultivar el respeto y la empatía, valores que tendríamos que aprender los colombianos de otras culturas y naciones. Mark Twain nos recordaba que “Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”: ¡Cuánta falta nos hace viajar a los colombianos!

En Colombia el odio nos tiene atrapados. No nos deja escuchar, no nos permite trabajar en equipo, ni construir esperanza. Gran responsabilidad tienen los políticos que han cultivado el fanatismo para vender seguridad e ilusiones. Si lográramos que la mayoría de niños y jóvenes organizaran viajes por diversos lugares del mundo, ayudaríamos a abrir sus mentes, destruir sus prejuicios y formar personas más empáticas y tolerantes.

No lo olviden: es el cuerpo el que está confinado; el espíritu, puede y debe siempre vivir en libertad.

Posdata. Invito a leer, divulgar y firmar la Carta al Presidente Duque para salvar la Universidad Nacional, el proyecto cultural y educativo más importante de nuestro país.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria).

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