Exploración versus explotación; dilemas del desarrollo

César Ferrari
20 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Con Santiago Alonso, doctor en ciencias cognitivas, colega de Economía de la Javeriana, nos hemos venido preguntando desde hace algún tiempo sobre el impacto de la cultura y de las maneras de pensar y actuar en el desarrollo económico. Las preguntas son muchas y siempre acabamos contraponiendo antónimos que validamos o descartamos apelando a los resultados históricos conocidos.

Sabemos, por ejemplo, que durante las últimas décadas los ingresos primero de los japoneses, luego de los coreanos y de los otros tigres asiáticos y últimamente de los chinos crecieron aceleradamente, mientras que los de los latinoamericanos lo hicieron muy pobremente. Como consecuencia, en pocos años los asiáticos se convirtieron en países desarrollados o casi desarrollados mientras que los países latinoamericanos, desde casi cualquier punto de vista, se quedaron rezagados.

Dichas evoluciones resultan paradójicas si se considera que aquí, por decisión propia, se siguieron, sin muchos cuestionamientos, las recomendaciones de los organismos internacionales, supuestos gurús mundiales de la economía y el desarrollo, mientras que allá los caminos seguidos fueron los propios incluso desoyendo esas recomendaciones.

Explicar las causas de esos comportamientos y resultados es mucho más complicado que describirlos. Para esto último basta mirar unas estadísticas y realizar unas observaciones; para lo primero es necesario plantearse algunas hipótesis y luego validarlas o rechazarlas. Por ejemplo, ¿cuál es la consecuencia sobre el desarrollo de que los ciudadanos, por lo menos quienes toman las decisiones, se comporten como exploradores o como explotadores, un dilema intensamente estudiado en ciencia cognitiva e inteligencia artificial?

Los exploradores, ante cada problema, siempre buscarían nuevas soluciones y desarrollarían innovaciones que conducirían a mejores prácticas y, así, a mayores niveles de productividad y, por lo tanto, a mayor crecimiento económico. Los explotadores, por su parte, se dedicarían a explotar lo que tienen de manera sostenida y creciente, recursos naturales, por ejemplo, y con los recursos que esas explotaciones producen buscarían explotar otros recursos, y así sucesivamente para lograr mayores niveles de producción y crecimiento. Pero si son incapaces de manejarlos eficientemente los desperdiciarían, y si se agotan quedarían desamparados.

Por cierto, si los países no tienen recursos naturales abundantes, como los asiáticos, los ciudadanos no pueden ser explotadores; así que tienen ser exploradores. ¿Será entonces que en el caso de los latinoamericanos, que poseen abundantes minerales, metales, hidrocarburos, aguas dulces y tierras fértiles, la llamada “maldición de los recursos naturales” consiste en que se comportan como explotadores incapaces de manejar eficientemente esa abundancia?

Si no es así, ¿por qué, entonces, Australia, Canadá o Noruega, que también tienen abundantes recursos naturales, sí son países desarrollados? ¿Será que en esos países quienes toman las decisiones son explotadores, pero actúan eficientemente? Mejor dicho, ¿actúan también como exploradores?

¿Pero ser explorador o explotador significa también ser reflexivo o intuitivo, respectivamente? Se esperaría que los primeros buscan explicaciones y soluciones a partir de sus propios análisis mientras que los segundos siguen las soluciones que indica alguien considerado superior (algún dios, caudillo o gurú).

De tal manera, si los exploradores son también reflexivos y así resultan innovadores, y los explotadores son intuitivos, entonces los primeros serán también de mente más abierta y amplia, y en consecuencia serán también más incluyentes, mientras que lo segundos tendrán, entonces, mentalidades más estrechas, excluyentes y, por lo tanto, discriminatorias, esperando siempre soluciones “milagrosas.” Mientras los primeros quieren cambiar lo que no funciona y establecer instituciones más abiertas e incluyentes, los segundos tratan de conservar lo que tienen, así no funcionen y sean instituciones excluyentes, con la esperanza de que algún día funcionen. Albert Einstein los consideraría locos; decía: “Una locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”.

Por otro lado, algunos analistas afirman que si los procesos políticos, sociales y económicos son conducidos autoritariamente funcionan mejor que los conducidos democráticamente, porque los segundos encuentran muchas trabas y retrasos en la toma de decisiones mientras que los primeros actúan más expeditivamente. En contrario se puede verificar que la España franquista y el Portugal de Salazar, autoritarios y excluyentes, eran países muy atrasados hasta que se volvieron democráticos, con instituciones incluyentes, y se incorporaron a la Unión Europea. También se puede comprobar que los asiáticos en las primeras etapas de su desarrollo reciente fueron autoritarios y fue precisamente su progreso lo que los llevó a establecer instituciones cada vez más democráticas e incluyentes.  

¿Será que el rezago de América Latina se explica por la presencia dominante de explotadores, intuitivos, de mente estrecha, excluyentes y autoritarios? ¿Tiene remedio? Sí lo tiene. Las sociedades cambian porque los ciudadanos tienden a ser cada vez más exploradores, reflexivos, abiertos, incluyentes y democráticos, y con ello van desarrollando instituciones inclusivas y tecnologías más eficientes que les permiten vivir cada vez mejor. Si así no fuera, el mundo no habría superado las cavernas: el sentido de la historia es siempre de progreso, aunque no sea lineal y a veces retroceda. La gracia es lograr que el progreso sea cada vez más acelerado. Mostrarlo y proponerlo, mas no conducirlo, es la responsabilidad de los académicos.

* Ph.D. Profesor titular, Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Economía.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar