“Extractivos” e “incluyentes”: el drama de la pobreza

Columnista invitado EE
18 de julio de 2019 - 05:00 a. m.

Por Leopoldo Gómez-Ramírez*

Los datos recientemente emitidos por el DANE sobre pobreza no son del tipo que uno quisiera recibir. La tendencia a la baja que aconteció durante más de una década ya no aconteció. Comparado con 2017 (con su 26,9 %), en 2018 (con su 27 %) más y no menos colombianas(os) no tuvieron dinero para satisfacer sus necesidades básicas; más “pobreza monetaria”. Comparado con 2016 (con su 17,9 %) en 2018 (con su 19,6 %) más y no menos familias sufrieron más de un tercio de privaciones en educación, salud, trabajo y condiciones de sus niños(as), vivienda y acceso a servicios públicos; más “pobreza multidimensional”.

Como primera reacción, uno podría apuntar las uvas de la ira hacia el no tan elevado como se requeriría gasto social, decir “hay que gastar tanto en X, tanto en Y” y ya. Muy probablemente, sin embargo, resolver el problema será mucho más complejo que aumentar/focalizar el gasto social, porque él tiene raíces mucho más profundas. Leer La miseria en Colombia (2016), de James Robinson, me parece, puede ofrecernos la clave para entender lo genuinamente complejo del tema; me atrevo a predecir, por cierto, que este académico ganará el Nobel en Economía en algún momento.

Robinson argumenta que la pobreza en Colombia se explica por sus instituciones políticas y económicas “extractivas”. No es este el lugar para explicar en detalle el significado de esta terminología, pero es suficiente resaltar que la consecuencia de este tipo de instituciones es que para las personas pobres no existan oportunidades, sea porque literalmente no las hay o porque muy probablemente alguien más va a apropiarse de los beneficios de trabajar en ellas. El argumento del renombrado profesor de la Universidad de Chicago es, sin embargo, más interesante que simplemente generalizar. Él correctamente señala que en el país también existen algunas instituciones “incluyentes”. Enfatiza, además, que la coexistencia de ambas no se debe al azar ni a la pereza de los incluyentes en luchar contra los extractivos. En realidad, dice, “los dos conjuntos de instituciones se encuentran en una relación simbiótica”, o sea, los incluyentes no son siempre tan incluyentes porque la existencia de los extractivos es en su mejor interés, y viceversa (aunque en menor medida). Él examina cinco mecanismos a través de los cuales esto acontece. Por razones de espacio solo menciono aquí el que es quizás más conocido para todos: los incluyentes del “centro” tienen interés en que existan los extractivos de la “periferia” porque les proveen votos.

Un distinguido periodista de El Espectador, él sí ya acontecido premio Nobel, Gabriel García Márquez, a menudo en sus novelas se refería a los liberales y conservadores del siglo XIX como las dos caras de la misma moneda. Probablemente James Robinson tiene razón en señalar que gran parte de la pobreza de este país sigue explicándose por el mutuo entendimiento entre las fuerzas político/económicas en apariencia más avanzadas con las más atrasadas.

* Profesor - investigador (economía) Universidad del Norte, leopoldog@uninorte.edu.co.

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