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F de falaz

Oscar Guardiola-Rivera
22 de abril de 2015 - 04:28 a. m.

Los sobrevivientes permanecían en silencio cuando el capitán del buque guardacostas insistió en desembarcar. Uno de ellos se acercó al alcalde de Catania, en el Mediterráneo italiano.

Puso su mano sobre el pecho según la costumbre africana de dar las gracias desde el corazón, y rompió su silencio. Quienes sobrevivieron a la tragedia de esta semana, lo hicieron sosteniéndose sobre los cuerpos de ochocientos ahogados. ¿Vale menos la vida de ochocientos africanos que la libertad negativa de los europeos? O más cerca de casa, ¿vale menos la vida de soldados e indígenas pobres que las libertades negativas de los medios y consumidores de información factual? Así parecen creerlo quienes temen que defender la paz lleve a no poder informar los hechos que nos interesan.

Su temor es válido. Pero en este caso, el de los muertos por la guerra colombiana y el de quienes se ahogan escapando de la guerra en África, es necesario distinguir entre verdad factual y veracidad. La información de los medios corresponde, lo que no siempre es el caso, a la primera: reproducir fría y objetivamente los hechos. Ellos, no nosotros, deciden cuáles son los hechos que nos interesan. Confiamos en que al tomar esa decisión tomen en cuenta el interés público.

Pero esa confianza se ve minada por el hecho de que la propiedad de los medios esté en manos de actores económicos con intereses propios. El riesgo consiste en que su interés privado y nuestro interés público se confundan. Casos como el del Daily Telegraph inglés y el banco HSBC indican que hay buenas razones para sospechar de la interdependencia entre intereses económicos e información. Por ello en otros países se acepta, en nombre de la veracidad, que la existencia de medios de información públicos y algo más independientes como la BBC hace posible una esfera pública amplia y diversa, también con actores privados, antes que oponerse a ella.

Defender la paz no es defender al gobierno de turno ni abandonar el compromiso con la verdad, sino al contrario, aceptar que ella está más cerca de la veracidad de las víctimas que comunican el horror de la guerra que de “los hechos”. Si los sobrevivientes reportasen tal horror de manera fría y objetiva, tendríamos razones para sospechar de ellos. Silencio, incertidumbre e inconsistencia son en este caso muestra de que el contenido traumático de sus testimonios es veraz. En esa perspectiva, continuar la guerra, puesto que la paz negociada es imperfecta y traumática, para honrar a las víctimas y salvaguardar la libertad de informar los hechos es falaz. Tanto como dejar que se ahoguen los migrantes para disuadirles de emigrar. Lo veraz en ambos casos es poner fin a la guerra.

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