Varias veces he insistido en que Sergio Fajardo debe comportarse como un candidato más fuerte o va a perder las elecciones. Observo con frustración que la popularidad de Fajardo se erosiona, pero es más la que siento mientras veo sus entrevistas y debates. Uno sabe que conoce los temas, pero cuando comienza la obra, prenden las luces y se alza el telón, trastabilla y es enemigo de sí mismo.
Si bien creo en las capacidades de Fajardo como gobernante y en que es la mejor opción para la presidencia, al escucharle a menudo debo realizar un salto de fe. Es un mal comunicador y un candidato suave.
Gustavo Petro le ha restado adeptos, no porque haya acudido al discurso de la polarización, y esté incitando un frenesí populista, sino porque tiene mucha mayor capacidad retórica. Petro luce su inteligencia, Fajardo la minimiza. Y en las elecciones es eso, al fin y al cabo, lo que cuenta: el poder de inspirar y de convencer. El carisma y el ingenio. En Petro estas cualidades son más fuertes.
Fajardo no responde de forma contundente a las preguntas que le hacen. A menudo ni siquiera tiene posiciones. Cuando le preguntan qué piensa hacer sobre el ELN, dice que no sabe, vamos a ver, si es presidente lo va a pensar. Y uno tiene que confiar en que lo pensará bien y tomará la decisión acertada, sea la que sea.
Cuando Fajardo nota cierta impaciencia en el entrevistador porque no es capaz de concretar posiciones en torno a algunos temas, él dice que no nos preocupemos, que él tiene experiencia, que ya fue gobernante y que lo hizo bien. Que él sabe articular las fuerzas necesarias para que todo funcione.
Antanas Mockus y Sergio Fajardo comparten características similares que afectan su capacidad para comunicarse con los electores. Creo que Fajardo es muy superior a Mockus en capacidad administrativa. Ambos, sin embargo, son malos comunicadores. Quizás el problema radique en su formación matemática, que tiende a favorecer el pensamiento abstracto y a respetar la importancia filosófica de la incertidumbre. Pero es que la ambigüedad, aunque honesta, resulta una desaconsejable estrategia de campaña. En especial cuando se trata de llegar a la Presidencia de la República.
Mucho se dice del daño que Gustavo Petro le está haciendo a las campañas de "centro" porque está polarizando al país. Que el país está respondiendo a Duque y a Petro motivados por el miedo. Creo que lo fundamental no es eso.
El país está mucho menos polarizado de lo que repiten los medios de comunicación. Petro y Duque son populares porque son los candidatos que mejor se expresan. Los que más claridad tienen con respecto a sus ideas, así sean equivocadas.
Fajardo, en cambio, confunde. Quizás ese es el problema esencial del centro: no tiene respuestas preparadas. La claridad ideológica permite a los políticos sacar conejitos de los sombreros para deslumbrar al público en cualquier oportunidad.
Así sean propuestas imprácticas y de riesgo innecesario, como la que ha repetido Petro de debilitar los sectores extractivos que más ingresos le dan a la nación, y al mismo tiempo hacer multimillonarias inversiones en infraestructura y energías renovables.
Es cierto que el cambio climático es el reto más grande que enfrenta nuestra generación, pero no es necesario que Colombia asuma grandes costos económicos para salvar al mundo, cuando su influencia sobre el medio ambiente planetario es ínfima. Con que Colombia reduzca la producción de hidrocarburos, no se van a reducir las emisiones mundiales de carbono.
Fajardo no hace propuestas irresponsables, pero pasa al terreno contrario, que es todavía más dañino para un candidato: no asume riesgos. En estas últimas semanas, más que coaliciones y remangarse la camisa, tiene que arrojar propuestas intrépidas, de larga visión, que inspiren al país. Tiene que dar respuestas.
Si no, entonces unirse con Petro o De la Calle.
Twitter: @santiagovillach