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Falsedad de falsedades

Danilo Arbilla
08 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

¡Sorpresa! Increíble, Vladimir Putin ganó las elecciones en Rusia. Y con casi el 80% de los votos. Supongo, además, que ello debe estar certificado por grupos de expertos observadores de Nicaragua, Venezuela, Cuba y por otros especialistas en la materia como Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, de Guinea Ecuatorial, o el boliviano Evo Morales. Este tuvo un tropezón porque se le fue un poco la mano y en su reforma preveía su reelección por los siglos de los siglos. Putin, más comedido, se aseguró el asiento hasta el 2036. Cuando llegue el momento, él, ya con 84 años, verá si se queda un ratito más.

En fin, Putin estaba muy tranquilo de que su reforma iba a salir. Había sido aprobada por el Poder Legislativo (¿poder?), algo parecido a lo de Venezuela, y además el nuevo texto constitucional ya estaba impreso y en venta en librerías desde hace semanas.

Putin es el mandamás en Rusia desde el 2012, y ahora va, ufano, por 16 años más. Antes fue agente de la KGB. ¿Se imaginan lo que sería un presidente de los EE. UU. agente de la CIA, aunque lo fuera por solo cuatro años? A Bush se lo recordaron y refregaron continuamente.

Lo de Rusia pone de manifiesto dos cosas (además de la gran popularidad de Putin): una gran hipocresía global y un gran talento de la izquierda internacional para transformar una misma cosa en basura en los países democráticos occidentales y poco menos que en oro en cuanta dictadura totalitaria y fanática pulula por el otro lado y también por estos lares latinoamericanos.

Hay que sacarles el sombrero a los progresistas y a su ejército de ONG (financiadas por la ONU en buena cantidad).

La nueva Constitución rusa establece que el matrimonio es una “institución heterosexual”. Al que le gusta, fenómeno, y al que no, también.

¿Veremos grandes concentraciones de defensores de los “colectivos”, de la libertad sexual, de los derechos de género, reunidos frente a las embajadas de Rusia por el mundo? Seguro que no. Si lo hacen, será por un ratito y por cumplir. Pero no con la constancia, ruido y permanencia que se da en otros países donde se garantiza el matrimonio entre dos personas cualquiera sea su sexo, en donde el aborto es legal y cada vez se avanza más en procura de la igualdad de derechos entre géneros.

¿Alguien sabe de alguna manifestación feminista en Nicaragua? En estos días hemos visto que no es lo mismo matar a una persona negra en EE. UU. que en Cuba.

Pasa con organizaciones que están contra los San Fermines y, a la vez, a favor del aborto. Al parecer les preocupa más el estrés o la muerte de los toros que la muerte de la gente.

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Según donde ocurra.

Y todo, o casi todo, financiado por la ONU y por algunas fundaciones que “ayudan” a estos movimientos en los países no desarrollados. En América Latina, por supuesto. Ellos, cómodamente sentados en sus casas, y sus connacionales representantes que se sacrifican y viajan hasta estas zonas de riesgos, con muy buenos salarios. En moneda fuerte, ni que hablar. (La ONU incluso tiene una tabla para fijar los sueldos y los burócratas internacionales siempre la llevan en sus bolsillos).

Mientras tanto, el secretario general de la ONU, António Guterres, festeja el logro de una tregua global por 90 días. No más disparos. ¡Alto el fuego! Salvo contra grupos terroristas designados por la ONU, como el Estado Islámico (ISIS), Al Qaeda o el Frente de Nusra.

¿Y los grupos palestinos, che? Hamas, por ejemplo.

De eso nada. Todo es falso. La hipocresía reina y la ONU la alienta y financia.

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