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Fanáticos y traidores

Pascual Gaviria
28 de enero de 2009 - 03:59 a. m.

LUEGO DE TRES SEMANAS DE BOMBAS sobra la Franja de Gaza sólo queda una especie de certeza fatal de que la guerra es inevitable en las tierras de esa encrucijada histórica.

Amos Oz, uno de los grandes escritores judíos de la actualidad, ha señalado con resignación el punto central de la disputa: “Vivimos sobre un suelo marcado por la tragedia en el sentido más antiguo y preciso del termino: un choque entre derecho y derecho, entre una reivindicación muy convincente, muy profunda, muy poderosa, y otra reivindicación muy diferente pero no menos convincente, no menos poderosa, no menos humana”. Una tierra donde el heroísmo guerrero se ha convertido en obligación y donde cada habitante tiene la certeza de representar la herencia de la verdadera religión y la verdadera fe.

Pero resulta que esa división, esa imposibilidad del sueño diplomático que habla de un Estado para Palestina y otro para Israel, es apenas un capítulo de la discordia, uno de los motivos para el pesimismo. Los periodistas han regresado a Gaza y hemos sabido que la bandera Palestina está más rota que nunca y simboliza un nuevo odio. Durante el ataque israelí militantes de Al Fatah y Hamas, las dos principales facciones políticas palestinas, se mataron y se traicionaron con esmero. Los unos señalaban los blancos para que Israel bombardeara y los otros ajusticiaban a los traidores en el paredón. Se habla de más de un centenar de muertos en medio de una lucha soterrada durante los días de bombardeos. Una guerra sucia que nos advierte que en Palestina ni siquiera está claro quién es el enemigo.

En medio de la guerra en Gaza no quedan muchas opciones. Como lo ha señalado el mismo Amos Oz la realidad en Oriente Medio puede ofrecer un único dilema, la difícil elección entre ser un traidor o un fanático. Él mismo se encontró la temida palabra sobre la fachada de su casa cuando tenía doce años: su amistad con un soldado británico, ocupante en su época de infancia, lo condenó a llevar esa marca durante un buen tiempo. “Traidor es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán, aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieren cambiarle a uno”. El niño judío había cambiado su opinión sobre los ingleses y en las tardes negociaba sus palabras en hebreo por algunas en inglés.

En 1993 Yasser Arafat reconoció la existencia del Estado de Israel en una carta oficial enviada al primer ministro Isaac Rabin. La OLP cambiaba el objetivo declarado desde su fundación en 1964: la destrucción de Israel por medio de la lucha armada dejó de ser el único objetivo y la única solución. La palabra “traición” comenzó a flotar en todas las disputas palestinas y el camino para una guerra a librarse entre los escombros estaba listo. En medio de sus razones Al Fatah y Hamas han llegado a los mismos extremos de Israel. La diferencia ha sido de calibre. Atacaron campos de refugiados de la ONU, rompieron treguas, bombardearon sedes de gobierno, ayudaron a destruir la precaria infraestructura de sus ciudades.

Hace sesenta años israelíes y palestinos se negaban incluso a mencionar el nombre que le daba una existencia real a su contraparte. Los palestinos hablaban de la “entidad sionista”, “la criatura artificial”, “la intrusión”. Los judíos hablaban de los “lugareños”, “los habitantes árabes del país”. En los tiempos de los tratados de Oslo se decía que el 80% de los palestinos y los judíos estaba de acuerdo con la solución de dos Estados compartiendo fronteras. Una realidad incómoda para todos pero inevitable. Un cambio decisivo que supuso casi cincuenta años de batallas de todo tipo. Ahora parece que se ha perdido terreno. Los ataques indiscriminados de Israel han logrado una lucha entre fanáticos y traidores que sólo promete una profusión de víctimas en todos los bandos.

wwwrabodeaji.blogspot.com

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