Fernando Gaitán y las mujeres reales

Yolanda Ruiz
31 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

Se fue de pronto y muy pronto don Fernando Gaitán. Lloramos por él las bettys y las gaviotas del mundo. Mucho se ha dicho de su talento y de su vida en las últimas horas porque la muerte repentina sacude y todos, de alguna manera, nos sentimos dolientes de su partida. Sus historias nos enamoraron, nos envolvieron y nos permitieron ver en pantalla a las mujeres que suelen caminar por la calle y no por las pasarelas. Ese fue el milagro.

Fernando Gaitán rompió el molde cuando convirtió a mujeres reales en protagonistas de una historia de amor y glamour. Además de Betty, la fea que nos conquistó con sus gafas, su frenillo, su pelo engominado y esa risa extraña, estaban en el centro de la historia las mujeres del “cuartel de las feas”, que no eran nada distinto a lo que somos todas: altas y delgadas o gordas y más bajitas, viejas o jóvenes, negras, rubias o peliteñidas; algunas, coquetas; otras, tímidas. Una mezcla de eso que somos las mujeres que tenemos vidas reales, cuerpos reales y no perfectos como mandaban hasta el momento los cánones de las telenovelas. Mujeres apasionadas, perfectas en su imperfección, con sus manías y sus talentos.

Por eso la historia de Betty, la fea caló por los cuatro puntos cardinales de este planeta que está lleno de mujeres hermosas que nos sentimos feas porque nuestras curvas no encajan en el modelo que nos han dictado en cada momento. Mujeres que queremos bajar de peso, aumentar el busto o disminuirlo; mujeres que quieren alisar sus crespos, cambiar la nariz, tener más cola, crecer sobre tacones imposibles. Mujeres que nos damos garrote ante el espejo por las voluptuosidades propias de quienes somos. Mujeres que perseguimos lo que no existe.

Esas mujeres del mundo se vieron, nos vimos, en Betty y sus amigas a pesar de las distancias del idioma, la religión o la cultura. Ninguna novela ha tenido en la historia tantas versiones ni se ha visto en tantos países del mundo: desde España hasta Turquía, desde México hasta Brasil. La vieron en Rusia y en Estados Unidos. Betty habló alemán y griego. La tuvieron en la India, Croacia, Polonia y Portugal. Hubo hasta versión de dibujos animados. Una telenovela que logró trascender y volverse universal porque nos mostró cómo los seres humanos somos mucho más que el empaque. Una historia de amor y de empatía que nos lleva más allá de lo evidente.

Nos conquistaron Betty; Nicolás, su amigo nerd que no la desamparaba, y las chicas del cuartel. Los amamos por lo que eran por dentro y por fuera y escuché a muchos protestando cuando llegó la transformación de Betty porque a ella la amamos vestida de eso que llaman fealdad. El talento de Fernando Gaitán fue meternos a todos en la pantalla para entender el sufrimiento, el amor y las batallas de quienes se nos parecen.

Ya había logrado sacudir el género cuando nos puso a cantar a grito herido al lado de Gaviota en Café, con aroma de mujer. En medio de los cafetales convirtió el sueño de muchos en realidad: se pueden conquistar amores imposibles, se puede triunfar aunque se venga de abajo, se puede lograr cualquier meta. Algunos dijeron que el libretista no lograría superar ese éxito, pero faltaba un paso más. Faltaba atreverse a apostar en contra de la belleza física. Faltaba que nos presentara a Betty y a su clan de seres reales para que el mundo se sacudiera. A Fernando Gaitán, al despedirlo, hay que decirle gracias porque ayudó a cambiar estereotipos y supo contar historias distintas, confirmando que las personas reales con sus vidas sencillas o complejas pueden ser, y son siempre, protagonistas de una gran telenovela.

 

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