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Fin del primer bienio

Lorenzo Madrigal
06 de julio de 2020 - 06:00 a. m.

No es para hacer balances; cualquier pesaje sobre los primeros dos años del señor Iván Duque en la Presidencia de la República sería descompensado por la pandemia que le emborronó la plana. Para algunos, lo salvó. Una historia que pudiera ser escrita sin odios entregaría la personalidad del presidente Duque como el joven mandatario que sorteó, como pudo, la peor crisis de salud, subsistencia y desarrollo de este pueblo en su vida como nación.

Lo peor es que los que estamos contando el cuento vamos dentro del carruaje, que toma rumbos y da tumbos inesperados (“¡Triqui, traque, juipi, juape, arre, hola, upa, vivo, carambola!”). Sin risas, pero con la sonora poesía de Pombo, la situación es una verdadera tragedia para la mayoría.

No será esta la historia que se venía preparando para justificar como el hecho sobresaliente de toda ella la revolución sangrienta e injusta de los últimos años, para la que se estaban buscando causas socioeconómicas y políticas. Querían encontrar que gobiernos de derecha asfixiaron el discurrir de las ideas socialistas en auge tras la revolución bolchevique. Con ello, muchos limpiarían sus trayectorias de violencia política.

Duque apenas se instalaba y pienso que iba bien, se anunciaba un producto interno bruto llegando al 3 %, aunque el país se incendiaba en las calles, porque sus adversarios resolvieron armar cuanta protesta fuera posible con marchas que en cada cuadra tenían una razón distinta. Pero el pueblo estaba en la calle, era la gran proclama. Con la horrorosa pandemia la población hubo de ser enclaustrada bajo normas férreas en todo el mundo y un poconón de habitantes cayó enfermo.

El destino habló. A este presidente perseguido y por último señalado hasta por fraude electoral, basado en grabaciones de improvisadas dirigentes de costurero, de ligeras palabras que luego desmienten, a este mandatario legítimamente elegido por mayorías incontrastables le correspondió encargarse del salvamento de todos.

Comienzan los últimos dos años, que son los del tradicional juego de precandidatos. A los pocos meses de iniciarse este segundo tramo bienal suele saberse quién será el próximo presidente de la República; este período de incubación es uno de los pocos divertimentos que tiene el país, y va a serlo ahora cuando deprimido y ojeroso salga de las cuarentenas, si es que terminan.

Saquen papel y lápiz o activen sus móviles. El duelo Fajardo-Petro sigue tronando en esta hípica electorera, aunque ambos están tocados por sus respectivos demonios. A Petro, además del rechazo que le suscita su pasado violento, la sombra de unos oscuros videos con dinero en bolsas podría obrar en su contra; como al asintomático Sergio Fajardo, sus indefiniciones en un país debatido entre extremas lo pueden dejar indemne, inmune y lejos del triunfo.

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