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Final descafeinada

Iván Mejía Álvarez
04 de diciembre de 2007 - 05:31 p. m.

La eliminación de los llamados "equipos grandes" ha sido un durísimo golpe para las finanzas de la Dimayor y para la emotividad de la Copa Mustang. La ausencia de los dos elencos de Bogotá, Millonarios y Santa Fe; del Júnior de Barranquilla, del Independiente Medellín y del Deportivo Cali ha sido un severo castigo para los implicados y para los otros elencos que supuestamente deberían vivir este mes y medio de las participaciones que les dejan las asistencias a los cuadrangulares.

Millonarios en finales mete 100 mil aficionados, Medellín pone por lo bajo 80 mil, Júnior 75 mil, Cali 70 mil, Santa Fe 70 mil y si hay cruces de partidos clásicos históricos la cifra podría subir. Por lo menos, partiendo de la premisa de que no entran los cinco pero sí entran tres, se estaría hablando de una cifra cercana a los 250 mil aficionados que se esfumaron de las taquillas. 

No solamente por la parte económica, también por la parte emotiva, las actuales finales lucen descafeinadas, sin brillo, sin emoción. Un grupo donde están Chicó, Equidad, Tolima y Pasto no produce pasión, no genera emoción, parecen un pedazo de la primera vuelta cuando no se juega nada. De las finales descafeinadas, líbranos Señor. Son simples partidos por cumplir un calendario, para terminar rapidito el tema, para acabar con esto que se puso largo y pesado.

Claro, este comentario no es una crítica para quienes han hecho bien las cosas, los clasificados, y por el contrario es un latigazo más de castigo para quienes han sido inferiores a su compromiso, para quienes no entienden su posicionamiento dentro del mercado futbolístico colombiano y se han quedado en “grandes de nombre”.

La Equidad, Chicó y Pasto han cumplido con nóminas inferiores los presupuestos deportivos. Han actuado con seriedad y tesón, bien manejados en la parte directiva. Ellos no tienen la culpa que los otros sean un desastre en lo institucional, en lo deportivo, que abunden los dirigentes dedicados a llenarse los bolsillos con oscuras transacciones y a los que les importa sólo el negocio, porque como ellos dicen “esto no se hizo para ganar títulos, se hizo fue para ganar dinero”. ¡Qué basura!

La “revolución de los chicos” se produce porque los “grandes” no asumen sus compromisos. Si Lanús y Tigres pelean por el título en Argentina es porque Boca, River, Racing e Independiente se descuelgan y no ofrecen lo que realmente tienen, la obligación institucional de estar en la cúspide de la tabla. Es una nivelación por lo bajo.

Sin embargo, aterra que los castigos por no clasificar, por fracasar, por ofrecer la peor cara, sólo la paguen técnicos y jugadores. Los directivos, los “maestricos” de turno siguen ahí, fracasando, fracasando, perdiendo y no pasa nada.

Lo peor es que los llamados “grandes” siguen inmersos en sus crisis institucionales, no saben cual será su futuro y en algunos de ellos ya se habla del “festival del queso”.

Ese mismo festival que los ha llevado a perder toda la credibilidad y la respetabilidad institucional durante los últimos años.

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