Final, final, final

Lorenzo Madrigal
21 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.

Esta es mi última columna antes de la definición electoral de primera vuelta. Y no hago vaticinios, pero ninguno ganará en forma absoluta en el primer tiempo, de modo que se irán a los camerinos a preparar la segunda salida. Son muchos candidatos y acaban robándose el uno al otro los votos necesarios para salir pronto de este revuelo.

No lo conseguirá Duque, porque su propaganda ha sido pobre y desganada y porque se ha exacerbado el odio a Uribe (aunque en una mitad del país la adhesión es fanática a su favor) y, desde luego, porque es difícil separar al candidato —persona renovada y fresca— de su mentor. Era como separar a Juan Manuel Santos de Uribe, “el irreemplazable” del año 2010.

Pero en aquella fecha triunfó Santos y me imagino yo que su hermano mayor debió decirle: venga acá, Juampa, esto ya es de nosotros, deseche la plataforma de lanzamiento, como se desprenden los cohetes de sus impulsores cuando alcanzan la libertad cósmica. Aquí la cosa es a otro precio, si Uribe nos usó, ahora lo dejaremos dando vueltas estúpidas en el espacio infinito. Póngale usted el nombre a la paz y pasará a la historia. Fue entonces cuando Juan Manuel, con tan noble fin, saltó de la derecha a la izquierda y cayó en manos de nuevos y malos amigos.

Gustavo Petro tampoco alcanzará un triunfo en primera, y sigo en predicciones. Negativas, pues es mi talante. ¿Qué le pasará a Petro? Que no le será suficiente el voto caribe. Lo hundirá el interior del país y el Oriente profundo, con ecos de joropo y a la vista de morichales.

Nadie más pretendía ganar en primera y ninguno lo logrará. Aunque es difícil desplazar a Petro de la segunda vuelta, una sorpresa podría provenir de Germán Vargas Lleras. Un enfrentamiento Duque-Vargas sería como abrir el round entre Uribe y Santos, pues este último apoyaría a su vicepresidente y se pondría en serio peligro la tan asegurada victoria de Iván Duque, sorpresivo hombre de Estado, a horas de llegar en plena juventud a la jefatura del país.

A los intelectuales les quedará el sabor elegante de haber votado por Sergio Fajardo. En cuanto a Humberto De La Calle, él mismo definió su tragedia: dicen que no votan por mí porque no voy a ganar y ¿cómo puedo ganar si no votan por mí?

Lorenzo no comunica su voto personal, inútil, frágil e indefenso. Que alcancen, eso sí, los tarjetones, y si la Registraduría no termina de aclarar los logos al capricho de los dirigentes, que cada votante se imagine mal encarado al que le muestran con una falsa sonrisa: ese es.

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Cómo no celebrar los 50 años de la siempre quinceañera y hermosa “Nieves”, creación afortunada de Consuelo Lago, cuya lógica es contundente, aparte de haber sido siempre para mí una muestra lineal de la belleza afro.

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