Fragmentos de memoria

Claudia Morales
20 de diciembre de 2018 - 09:30 p. m.

“En este momento histórico de Colombia, carecemos de símbolos que puedan ser convertidos en monumentos capaces de otorgarle a la sociedad una versión única de lo que nos ocurrió durante estos largos años de conflicto”. Así explicó la artista Doris Salcedo en la revista Arcadia su obra Fragmentos, ya a los pies de los colombianos en la carrera Séptima con calle 6B, en Bogotá.

Digo “a los pies” porque es así: las armas que entregaron las Farc están fundidas en unas láminas convertidas en el piso que caminamos cuando entramos a un edificio que aún conserva algunas de sus ruinas. Pisamos, literalmente, un fragmento de nuestra historia cruel, la de una guerra que pareciera que se resiste a terminar, que nos destruye y que a la vez seduce a tantos. Allí paseamos también sobre los recuerdos de las mujeres víctimas de abuso sexual en el conflicto y su capacidad de reconciliarse. Ellas martillaron un metal y también sus angustias y rabias. Tanto por aprender de ellas.

Cerca del centro de la capital estaba Jesús Abad Colorado, un héroe que no tiene capa, pero sí una cámara con la que ha retratado un conflicto que un expresidente un día dijo que no existía, y que nos presenta a la Colombia paradójica que duele y que ríe. Imágenes que nos dicen que olvidamos a nuestros llaneros, a los campesinos del Catatumbo, a las comunidades negras del Chocó, y nos recuerdan quiénes son los responsables de este estado de muerte crónica. “Chucho” le dicen amorosamente los protagonistas de sus historias y a mí, admirado Jesús, también me dan ganas de decirte así, de quererte como ellos y de abrazarte con gratitud profunda.

Federico Ríos es un fotógrafo que, como Abad, también debe tener “las rodillas jodidas” de tanto caminar Colombia. “Fede” nos honra con sus imágenes en los medios más importantes del mundo logrando que sus fotos tengan vida para quienes las vemos impresas o en las redes sociales. Él también construye país a través del presente que retrata y que se convierte en nuestra memoria, en otro tipo de fragmentos.

Érika Diettes creó unos Relicarios que, puestos en escena como un día los vi en el Museo de Antioquia, dan la sensación de entrar a un camposanto, es decir, duele tenerlos de frente. Allí están las desapariciones forzadas, el desplazamiento, los secuestros y los ejemplos de muertes violentas a las que no deberíamos acostumbrarnos. Es un duelo a través de objetos que le entregaron a Érika los seres cercanos a las víctimas y que uno vive como si fuera propio.

En Los Mártires, en Bogotá, en lo que antes era el Cementerio Central, está el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación cuya estructura según me mostró su director, Carlos Arturo Charria, tiene incrustados unos tubitos de vidrio con los que rinden homenaje a más de 40.000 registros de personas víctimas de la violencia. “La memoria resiste la muerte. Construimos el pasado para que vuelvan los sueños”. Hay una sala de lectura para niños llamada como el libro de Jairo Buitrago, Camino a casa, un espacio de oficios de la memoria en el que trabajan las víctimas y un salón que invita a niños y jóvenes a recordar que la guerra en Bogotá no era un rumor y a explicarles de forma interactiva los hechos que sellaron la historia de violencia.

Recordar para no repetir y para llenarnos de argumentos con el fin de apartar de la historia a quienes se empeñan en perpetuar la guerra. Mi deseo es que los fragmentos de todos nos sacudan por fin, nos enseñen a ser mejores seres humanos.

@ClaMoralesM

* Periodista. 

 

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