Francisco “ad portas”

Lorenzo Madrigal
04 de septiembre de 2017 - 03:30 a. m.

Ya llega el papa y se nos invita a que “demos el primer paso”. No se nos indica hacia dónde. Cada cual en su imaginación puede decidir la dirección de ese primer paso. Hagamos el ejercicio.

Un primer paso debe darse, estoy seguro, hacia la reconciliación en cuanto fin de una guerra de armas y municiones y este paso se está dando, aunque aún falta por desmantelar más de una caleta que los ingenuos coadyuvantes de la ONU buscan en el inmenso territorio nacional. Pero la reconciliación, se dice, ha de ser también de los espíritus; no sé si al punto de que las víctimas y el país todo hayan de mirar con bondadosa sonrisa las atrocidades del pasado. “Es tan largo el olvido”.

Un paso podría ser el de cesar las vanidades de los gobernantes, que parecieron sacrificar un país por un reconocimiento mundial, que han usado la paz como pretexto político y les ha servido para perpetuarse en el mando y enrostrarles a sus contradictores la categoría de enemigos de la paz.

Dar un primer paso sería comenzar a no servirse de los principios cristianos ni de la misma figura de un papa bondadoso y popular, del modo como se tomaron sus palabras para propaganda de una causa que era un proceso particular de armisticio, no el único posible.

Un primer paso, en general, sería, pues, el de no engañar con fines políticos. Que no se mezcle la prédica de la paz, el rescate de la vida y el mandamiento del amor con intereses de la corriente internacional que acostumbra camuflarse dentro de una neblina democrática, para desvelarse luego en arbitrariedad, en crimen social y en terrorismo de Estado. Que cese la ingenuidad eclesiástica de pastores y escritores que se sienten navegando en aguas mansas para desembocar en rápidos peligrosos y abisales.

Hay que dar un primer paso, aun sin temor de mirar al pasado, si es el caso, para respetar principios democráticos como el acatamiento a la voluntad popular expresada en las urnas. El pontífice debería estar informado de que la causa nobilísima de la paz está cimentada en Colombia en terreno movedizo, pues carece del respaldo popular que se buscó sin conseguirlo. El gobernante encontró un remedo de pacificación, que ha dado resultados de coyuntura, pero que ha creado una grave incertidumbre hacia el futuro.

Demos un primer paso hacia una paz de verdad, sin artimañas ni engaños. Y que el santo padre de todos se dé cabal cuenta de haber sido utilizado.

***

Adquirí la medalla que acuñó Villavicencio en recuerdo de la venida del papa, en cuanto visita pastoral, y de la beatificación de los mártires. Es de una sencilla aleación, como el mismo Cristo pectoral del papa, como es la verdad monda y lironda, sin el oro falso de Noruega.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar