¿Fronteras o muros?

Catalina Ruiz-Navarro
25 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

“Caravana migrante” es el eufemismo que se está usando para referirse al éxodo de refugiados, alrededor de 7.000 personas, que salieron desde Honduras, caminando hacia el norte con la intención de cruzar hasta Estados Unidos, y que atravesaron y aún intentan atravesar la frontera de México con Guatemala. La caravana, que comenzó con un grupo de WhatsApp, fue creciendo de manera espontánea. Luego un exdiputado y periodista hondureño habló del éxodo en su cuenta de Facebook, se enteraron los medios de comunicación y más y más personas se empezaron a sumar pues, en palabras de Fuentes, la gente en Honduras vive “con las maletas hechas”.

Ha pasado casi una década desde el golpe de Estado en Honduras y para los catrachos la situación cada vez se pone peor. “Te quedan tres huevos, dos lempiras de tortillas y un voto que ir a dar tipo diez de la mañana en la escuela de tu barrio… Resulta que prendiste la tele y están pasando la masacre de la madrugada. Vas a la pulpería a pedir fiado y te das cuenta de que ya no abre más, porque le dispararon al dueño por no pagar el impuesto de guerra”, así describe la realidad hondureña el periodista Fabricio Estrada. La situación de pobreza y delincuencia común que vive Honduras es el resultado directo de años de políticas neoliberales, extractivistas y explotadoras en donde líderes sociales como Berta Cáceres son asesinados en la impunidad. Por eso es una gran ironía que la amenaza de Trump sea “cortar la ayuda económica estadounidense”, pues mientras más empobrecidos estén los países de Centroamérica, más intensa será la crisis de migración. Por eso muchos dicen que el éxodo no va en busca del sueño americano, sino escapando de la pesadilla hondureña.

La migración desde los países centroamericanos, atravesando México y hasta Estados Unidos, es constante y más en los últimos años en los que la situación de violencia de la región se ha recrudecido. El éxodo masivo es una estrategia de migración que existe, literalmente, desde el Antiguo Testamento. El grupo masivo permite ciertas formas de protección y visibilización del problema de la migración y no sería raro que vengan más éxodos en el futuro, pues en esta ocasión también se unieron guatemaltecos y salvadoreños que tienen necesidades similares. Todos los integrantes de la caravana son, antes que migrantes, refugiados, porque están huyendo de una situación violenta insostenible y una crisis de derechos humanos. Nadie migra en estas condiciones si no es para huir de una situación insostenible.

Aunque muchos chiapanecos han mostrado su apoyo a los refugiados que lograron cruzar hasta México, las autoridades mexicanas han atacado a los migrantes, cerraron el paso por el puente de la frontera con las fuerzas de la Policía Federal y han fumigado los campamentos de refugiados con un gas tóxico al contacto con la piel, supuestamente para “evitar contagios de dengue y enfermedades transmitidas por moscos”. Han pedido asilo en México 1.600 refugiados y esperan a que el Instituto Mexicano de Migración revise caso por caso. Otros siguen adelante y avanzan hacia Tamaulipas, en la frontera con Estados Unidos, un estado donde ha habido varias masacres de migrantes. Y a pesar de que los mexicanos viven la misma violencia migratoria, el Gobierno mexicano ha mostrado un mínimo de empatía por el éxodo de refugiados. México se ha convertido en el mismísimo muro que tanto teme. Desde tiempos de Obama, México le hace a Estados Unidos el filtro de quién puede pasar al norte y quién no: ¡qué mejor que un obstáculo de 1.964 millones de km²!

Es una vergüenza que países como México y Colombia, que han tenido grandes éxodos por la violencia y el conflicto armado interno, que lidian con el problema del desplazamiento interno también por violencia, cierren los ojos y las fronteras cuando otros países como Honduras y Venezuela, con quienes comparten una historia cultural y política, necesitan ayuda. La vida y la humanidad son primero que las fronteras.

@Catalinapordios

 

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