Fuego y esperanza

Oscar Guardiola-Rivera
28 de agosto de 2019 - 03:00 a. m.

Dicen Martin Hildebrand y Don Misael, palabrarero la comunidad de Papayal, “que cuando llega al mar el agua se evapora y los arboles continúan dicho ciclo hasta que el agua llega a los Andes y la selva para renovarlo. Gracias a ello podemos respirar, cultivar y comer. Estamos interconectados”.

Para eludir su responsabilidad por romper esa conexión y atentar contra la vida del planeta, Bolsonaro culpa a las ONG. Las acusa de causar los incendios y conspirar contra su gobierno. En vez de ignorar tales recriminaciones por irracionales y mentirosas, deberíamos tomarle en serio. Su discurso es perverso. De una parte, busca criminalizar a las organizaciones que con apoyo internacional denuncian la corrupción política y la colusión entre sectores de las elites judicial, financiera, mediática, militar y política en el Brasil.

Estos sectores coadyuvaron un “golpe suave” contra Dilma Rousseff, el encarcelamiento sin evidencia suficiente del entonces candidato Lula da Silva, y entonces, mediante una campana de desinformación y guerra hibrida, enfatizar el imaginario de la corrupción moral con el fin de minar el apoyo popular al PT y facilitar la victoria de Bolsonaro. La existencia de dicha colusión es ahora evidente. La consecuente escalada de protestas en contra de Bolsonaro no ha sido suficientemente reportada por la prensa corriente, pero parece apuntar a un giro posible en la geopolítica dominada hasta el momento por la derechización que encarna el eje Trump-Uribe-Bolsonaro en la región y el uso del humanitarianismo como arma contra el progresismo y la izquierda.

De otra parte, Bolsonaro busca militarizar las zonas de frontera rural y selvática, blindar los intereses de las industrias, e impedir nuevas alianzas entre las comunidades que allí resisten y sectores progresistas como los que cimentaron el acercamiento entre el Movimiento de los Sin Tierra y los trabajadores urbanos, encarnado en la figura de Lula. El caso de Bolsonaro no es único. Su campaña de militarización, guerra híbrida y corrosión de la verdad resuena con Trump y lo que pasa en nuestra Colombia, repleta de mini-Bolsonaros y en manos de sub-dirigentes prestos a hacer lo que diga el director del espectáculo.

Con todo, la respuesta global ante el fuego del Amazonas da para ser optimistas: las generaciones más jóvenes tienen claro que el cambio climático es una realidad presente que les expropia su futuro, y saben distinguir entre la verdad y la mera opinión. Así, hemos comenzado una conversación acerca de la función ecológica de la propiedad que deberá ser aún más seria. Y podemos realizar en la práctica propuestas como la demarcación y zonificación ecológica participativa junto a las comunidades indígenas, aprendiendo de éstas a pensar, con actitud critica, acerca de nuestro lugar en la naturaleza. Allí está la nueva esperanza política.       

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