Fundir fusiles, avivar odios

Arturo Guerrero
14 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

Una de las mujeres víctimas que golpearon con martillo los moldes para las láminas de acero de Fragmentos, el contramonumento de Doris Salcedo, afirmó en el video que lo acompaña: “Si se pudieron fundir las armas, también se podrá fundir el odio en este país”. Dio en el clavo, pues después de los fusiles se desataron los odios.

Estaban atados, contenidos, bastó que los guerrilleros abandonaran los fierros para que los accesos de furia tomaran descarada posesión de los colombianos. Hoy los ciudadanos son perros y gatos, si los animalistas perdonan esta transposición de bajezas humanas a la inocencia de las mascotas.

La guerrilla era un blanco ideológico fácil para echar sobre ella las culpas de todos los males sociales. Durante medio siglo fue el trompo de poner. Desde los años 80 vinieron a hacerle compañía Pablo Escobar y su runfla de mafiosos. Extinguidas las Farc y atomizados los narcos, el campo de batalla quedó libre para el ingreso de nuevos contendores: media humanidad contra la otra media.

Este fenómeno fue nombrado como polarización. En toda arena de combate son necesarios al menos dos púgiles. Este país, signado por la maldición original de Caín y Abel, se apresuró a dividirse en dos facciones extremas. Los polos opuestos, cuando son religión, tienden a sacarse los ojos. En vez de considerar el punto de vista del adversario como potencial fuente de riqueza, lo convierten en reprobación.

Entre nosotros los dos bandos tomaron posiciones bajo la insignia de la revolución, en pugna con la alternativa de la evolución. De este modo asfixiaron lo que quedaba de democracia.

En efecto, desde la derecha ideológica pretendieron cobijar y consagrar con la ley el apoderamiento cruento que sus ejércitos paralelos habían hecho de las tierras. Su revolución tiene la prisa de los despojadores que necesitan sentar en escrituras la propiedad de cielo y tierra. Trabajan para sí mismos y para sus descendientes hasta la décima generación.

No están para los lentos procesos de una evolución que ha de respetar términos, instancias, separación de poderes, dignidad. Quieren todo y lo quieren ya. Les estorban los que carecen de todo porque son potenciales constructores de guillotinas.

Desde las antípodas de la izquierda, solo sirve la revolución que acabe de tajo con el antiguo régimen, confisque a los acaparadores, subsidie a los pobres, adelante reformas drásticas que no sean paños de agua tibia. Hasta la victoria siempre, patria o muerte, estos lemas punzantes fulguran en la sangre tórrida de estos atroces redentores, parientes de los descritos por Borges.

Encuestas, debates chillones, trinos en las redes, facciones que antes eran amistades, íntegras las formas de conversación entre semejantes, se obstinan en fluctuar entre la revolución de derecha y la revolución de izquierda. Ay de quienes se arriesguen a plantear soluciones intermedias, pasos evolutivos que respeten los grados con que es posible avanzar sin aplastar a los demás.

Más les valdría declararse apátridas, en esta patria que quemó los fusiles solo para soplar la hoguera de las discordias.

arturoguerreror@gmail.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar