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“Gentes en la noria”

Salomón Kalmanovitz
19 de abril de 2021 - 03:00 a. m.

He estado releyendo este libro de cuentos de Salomón Brainski que trata de la gente humilde que los buhoneros judíos atendían con sus ventas a plazos de mercancías, que de otra forma estaban vedadas a sus magros presupuestos. Los cuentos fueron escritos en yiddish, un dialecto derivado del alemán combinado con el polaco y el ruso, escrito con alfabeto hebraico. La traducción al español la hizo el poeta Luis Vidales, quien era muy amigo del autor.

Vidales debió traducir los cuentos que le recitaba Salomón con su deficiente español. El poeta tomaba nota y le iba preguntando si lo traducido correspondía con lo expresado por el autor, sobre todo porque los cuentos están llenos de lirismo y musicalidad. Escribe Vidales: “No hay en su manera de contar nada extraño, nada artificial; únicamente el secreto que surge de las costumbres diarias de las gentes humildes, en discurrir natural, lógico, realístico”.

Vidales no solo era poeta sino también estadístico, lo que no tiene que ser contradictorio. Lo conocí en el DANE mientras trabajé allí (entre 1971 y 1975) y me siento afortunado de que me haya corregido el estilo de mi primer libro: El desarrollo de la agricultura en Colombia. No conocía en ese entonces de la cercanía que tuvo con Brainski, pero la simpatía que emanaba de él a favor del pueblo judío sí que la sentí.

Vidales y Brainski compartían el ideario socialista y la pasión por la literatura. Brainski tenía una carpintería en la que él mismo laboraba, apoyado por dos o tres artesanos según la carga de trabajo. Era tan buen carpintero como mal empresario, así que las entradas de la familia dependían más de los abrigos que su esposa, Hana Malka, confeccionaba, también artesanalmente, que de los muebles perfectos que salían de su taller.

Los cuentos de Salomón expresan su empatía con la gente humilde de Bogotá, que se debate entre el yugo del trabajo, la miseria, el sufrimiento y unos pocos destellos de alegría. Dándole vueltas infinitas a la noria está Vicente Galvis, un funcionario de ministerio arrinconado por su miseria, quien tiene una ilusión con una bella mujer que termina casándose con otro. En “Niños” hay un paralelo entre los chinos de la calle, que después fueron tildados de gamines, con una niña que estudia en el Liceo Francés: los unos duermen cubiertos con carteles arrancados de las paredes y empapados por la lluvia; la otra, arropada por frazada de lana. Bárbara Jiménez se suicida ante la tragedia del amante que se acuesta con su hija y la embaraza. En una estampa bogotana, una adolescente es violada por el viejo dueño de la tienda que le fía, mientras la abuela se debate ante la muerte. En “El peso de los siglos”, un inquilino judío de una familia venida a menos tiene un idilio con una de las mujeres de la casa; el padre lo condiciona a que se convierta al catolicismo para poder casarse, ante lo cual el hombre se reafirma en su tradición y reniega de la felicidad. La noria de los judíos bogotanos es la venta a plazos y su penoso cobro en las barriadas del sur de la ciudad.

Yo no conocí a Salomón, pero sí a su hijo Simón, a quien consideré, como muchos otros, mi mejor amigo. Gracias a Simón me reconcilié con el judaísmo, pues de él emanaba el amor heredado de su padre y también la simpatía por el ideal socialista. Simón imaginaba un Israel igualitario en el que los judíos dejaban de ser “el otro” comerciante de la diáspora, pudiendo ocupar todas las escalas de la sociedad.

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luis(89686)20 de abril de 2021 - 02:34 a. m.
Mi admiración y respeto a Salomón Kalmanovitz.
Nautilus(os9iw)19 de abril de 2021 - 05:56 p. m.
Muy agradable escrito y sí, a pesar de la profunda tristeza, hay que leer a Brainsky, gracias maestro Kalmanovitz.
-(-)19 de abril de 2021 - 05:54 p. m.
Este comentario fue borrado.
UJUD(9371)19 de abril de 2021 - 04:13 p. m.
A leer a Brainsky. Gracias.
Joaquín(65075)19 de abril de 2021 - 01:11 p. m.
Hermoso
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