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Geoingeniería y erupciones volcánicas

José Fernando Isaza
27 de mayo de 2010 - 02:50 a. m.

LA GEOINGENIERÍA ES EL ESTUDIO o ejecución de proyectos cuyos efectos tienen alcance planetario.

La tendencia de aumento de la temperatura atmosférica que se produjo en la mitad del siglo XIX tuvo un estancamiento entre los años 1944 y 1978. En la década de los 70, la preocupación de una parte de la comunidad científica era el riesgo de hambrunas que estimularan migraciones no controladas. Se temía que la llegada de una glaciación pondría en peligro la supervivencia de la civilización. A partir de 1978, la temperatura atmosférica recobra su ritmo creciente. En el año 2009 se presenta un pequeño descenso, que algunos atribuyen a la reducción de la actividad económica causada por la recesión. La reducción de la temperatura atmosférica tiene impacto sobre la producción de alimentos; si la temperatura atmosférica se reduce 2 °C, las cosechas pueden bajar cerca del 30%.

Las partículas que emiten a la atmósfera las explosiones volcánicas dispersan la radiación solar y reducen la temperatura. En 1815 la erupción del Tambora, en Indonesia, redujo la temperatura en el hemisferio norte en 1 °C; en Irlanda, destruyó la cosecha de papa, y por hambre murieron 65.000 personas. En 1883 el Krakatoa, en Indonesia, explotó, y la emisión de partículas redujo en 1,2 °C la temperatura atmosférica global; las pérdidas de las cosechas causaron más muertos por hambre que el tsunami que sigue a la erupción.

El experto en ciencias atmosféricas Budinkho ha propuesto un método de geoingeniería para reducir el efecto invernadero. Consiste en dispersar pequeñas partículas inertes en la alta atmósfera, utilizando aviones comerciales. Se trataría de unas pocas miles de toneladas anuales y por la altura en que se deposita permanecerían largo tiempo en la atmósfera.

Los proyectos de geoingeniería provocan grandes interrogantes sobre los efectos colaterales que pueden tener. Así, el desvío de los ríos que alimentaban el lago Aral produjo una catástrofe ecológica que dejó 30.000 Km² de arenas salinizadas, colapsó la pesca y el volumen del lago se redujo a la mitad.

La prohibición del uso de fluorocarbonos ha tenido un efecto muy positivo: al reducirse el agujero de ozono, el cáncer en la piel ha disminuido. Pero se ha producido un efecto negativo, mucho mayor que los beneficios: el agujero de ozono en alguna forma sirve como escape a la radiación calórica Tierra-espacio, y al reducirse se potencializa el efecto invernadero.

Parecería que, sin proponérselo, la emisión de micropartículas-aerosoles en la atmósfera, presentes en la combustión de las turbinas de los aviones, puede mitigar muy parcialmente el efecto invernadero generado por sus propias emisiones de anhídrido carbónico.

Aunque hubo protestas de las líneas aéreas por las restricciones impuestas por el aumento de las partículas en la atmósfera debido a la erupción del volcán islandés, es bueno recordar que en 1982 un avión de la B. A. pasó por una nube de ceniza emitida por un volcán en Indonesia y sus cuatro turbinas se pararon. En 1998 un avión de KLM sufrió una experiencia similar en Alaska. En Colombia, durante la erupción del Ruiz, en 1985, dos aviones tuvieron dificultades, al perder la visibilidad: las cenizas opacaron los vidrios. La pericia de los pilotos evitó una tragedia.

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