Periscopio cultural

Gergiev en Bogotá

Manuel Drezner
12 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

Fue interesante volver a oír entre nosotros a Valery Gergiev, uno de los más importantes directores contemporáneos, al frente de un grupo de su orquesta del Mariinsky. De hecho, su visita fue un paréntesis ya que estaba en Nueva York en el Metropolitan el día anterior y debía tocar al día siguiente allí. En su concierto presentó un programa poco ortodoxo porque no seguía ninguno de los lineamientos habituales, ya que hubo dos sinfonías, un concierto, un poema sinfónico y arias de óperas rusas. Pudimos escuchar Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, obra que según Boulez fue el nacimiento de la música moderna, y la Sinfonía clásica de Prokófiev en versiones atinadas.

Un plato fuerte fue el estreno entre nosotros de la Novena de Shostakovich. El compositor originalmente iba a hacer una sinfonía épica para celebrar la victoria rusa en la guerra, pero cuando le recordaron la mala suerte de los músicos que morían después de hacer nueve sinfonías resolvió burlarse de la superstición y compuso una obra ligera y risueña. Parece que le funcionó porque vivió para crear media docena de sinfonías adicionales. Igualmente, Gergiev hizo una versión notable del Concierto para violín de Mendelssohn con un virtuoso impresionante, Kristóf Baráti, y se pudo oír a un gran tenor ruso (que está cantando en el Met), Sergei Skorokhodov, en dos arias. Una de ellas fue la de Lensky en Eugenio Oneguin, de Tchaikovsky, que en su breve duración incluye toda clase de emociones y contrastes y que fue vertida con convicción por el intérprete.

Fue un concierto importante y Gergiev mostró que es un director que, a pesar de que aparentemente deja que la orquesta toque sola, tiene un dominio de esta que se traduce en interpretaciones de altura.

 

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