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Gobernabilidad

Juan Carlos Pinzón Bueno
15 de mayo de 2010 - 06:17 a. m.

EL PRÓXIMO GOBIERNO TENDRÁ que llevar sin dilaciones ante el Congreso de la República proyectos de ley que son trascendentales para la estabilidad de las finanzas públicas.

Una regla fiscal que mejore la disciplina en el gasto; una reforma tributaria, que ordene el régimen impositivo y garantice el recaudo para financiar la infraestructura, la salud, el fortalecimiento de la educación, y la consolidación del control territorial; y normas que mejoren la calidad del gasto público. Asimismo, será necesario llevar una agenda integral de reformas que seguramente incluirá: una ley anticorrupción, una reforma a la justicia, una ley de seguridad y defensa, una reforma laboral y modificaciones al marco ambiental que fortalezcan el liderazgo del país en la era del cambio climático, entre otras. En fin, el próximo gobierno tendrá que definir sus prioridades y actuar en consecuencia.

Pero si el país quiere cambios, éstos no se producen exclusivamente por la voluntad del Ejecutivo, o por la decisión de un mandatario. En las democracias, los cambios significan reformas que requieren la aprobación del Legislativo. Implican trabajar con el Congreso, entender las motivaciones regionales allí representadas y estar dispuestos a llegar a consensos que permitan su aprobación. A eso se le llama gobernabilidad. Como muchos ciudadanos, quisiéramos tener un congreso de mejor calidad, pero la realidad es la que eligen los colombianos. Por supuesto, la justicia debe operar en los casos que haga falta. Sin embargo, querer buscar un “mesías” que con su solo discurso modifique todo aquello que no nos gusta, no sólo raya en lo ficticio, sino que es peligroso para la institucionalidad.

En este contexto, además de la necesaria continuidad de la política de seguridad, el país está ávido de cambios y nuevas reformas, a las que precisamente hoy podemos aspirar gracias al sacrificio de las fuerzas armadas. Pero para lograr estas reformas se requiere el apoyo del Congreso. En este punto, los candidatos no están en igualdad de condiciones, algunos podrán sacar adelante las reformas y otros no. Esta será la diferencia entre hacer cambios sin perder lo que se ha logrado con esfuerzo y así seguir avanzando, o mayores frustraciones.

En las democracias parlamentarias europeas, como la inglesa o la española, la gobernabilidad se garantiza con la llegada al Ejecutivo del partido que gana las elecciones, con lo cual las promesas de reforma se pueden materializar en el Legislativo. En Estados Unidos, el presidente Obama, un político novedoso pero decoroso y preparado que representaba la alternativa de cambio, ganó al tiempo que su partido mantenía unas mayorías que le han permitido sacar adelante reformas impopulares. Aunque ha tenido que transar con el Congreso el contenido de las mismas. Hoy la gobernabilidad le da cierta dinámica a su agenda de gobierno, a pesar de una oposición creciente.

Ojalá en el país no tengamos una masa que esté sufriendo de “optimismo irreal” como lo llaman los profesores Thaler y Sunstein en su libro Nudge, que es cuando se corren riesgos porque se piensa que se es inmune al peligro. La verdad es que ejemplos de quiebres de gobernabilidad están a la vuelta de la esquina en la región con consecuencias muy lamentables para esas naciones. Se requiere un líder pragmático que pueda lograr acuerdos y con su talante sacar una agenda que se traduzca en transformaciones y beneficios al país.

Nota: Concretar el TLC con Europa le conviene al país. No nos equivoquemos otra vez.

 

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